Los punkis por Navidad

Relato sobre el los punkis del catalanismo, la era de dominación de Convergència i Unió y cómo de aquellos barros estos lodos.

Papá y Mamá tenían una casa en un bonito pueblo de las afueras de la gran ciudad. Era una bonita casa, con robustas puertas y hermosos ventanales. Formaban una gran familia con multitud de hijos, multitud de pequeñas bendiciones, y era una bonita muchachada también. En esta vida de cuento de hadas, que duró 23 años, los arcoíris se posaban en los majestuosos tejados y cuando llovía –si llovía- lo hacía en formaba de fina llovizna que refrescaba y sacaba lustro a los balcones; jamás un torrente voraz destrozaba sus cómodas macetas de la fortuna. Como todo en la vida, y como la historia siempre se repite, los hijos fueron creciendo, y poco a poco yéndose de casa, algunos con ideas parecidas a las de sus padres: a formar otra bonita familia, con bonitos hijos, en una bonita casa. Otros, pese haber mamado lo mismo que el resto, eran un poco más desastre, que no dejaba de ser un afable desastre, pero incapaces de ser jamás una preocupación de Papá y Mamá. Sí, eran un poco punkis, un poco rebeldes, francamente contrarios –tan contrarios que algunos del pueblo los veían como el reflejo inverso de los progenitores- a ellos, ¿pero sabéis qué? El amor siempre triunfa sobre todas las cosas, y los descarriados siempre volvían a casa por Navidad. Catalunya, que así se llamaba el pueblo, adoraba a los Pujol, que así se llamaba la familia, y no sólo a ellos, sino a lo que representaban.

Y lo que representaban era una idea. No, no la idea de la omnipotente burguesía catalana, no la idea de una oligarquía mafiosa, de un clan familiar que sueña con reconquistar Sicilia para la Corona de Aragón porque allí siguen tradiciones como la omertá. Lo que representaron muy bien, en el vodevil de la Transición del noroeste peninsular, fue la Catalanitat. Y esos son, a la vez que sus ascendentes, sus descendientes políticos. Es imposible actualmente concebir el panorama nacional catalán sin la sombra del querido y venerable Jordi Pujol.

Y algunos de sus hijos son Mas, Puigdemont y Cía., y otros son la difunta Unió, y un poco más allí encontramos a los amigos del Opus catalán. Pero, y los rebeldes, y la ¿dignidad imperenne antioligárquica, y a la vez catalanista? Ese nació muerto, o lo ahogaron en la bañera.

En este análisis Freudiano que desplegamos, los hijos rebeldes siempre tienen morriña de casa. ¿Y qué es la “casa”? La casa, si hacemos caso a ciertos locos alemanes del s.XIX, es el primer núcleo de explotación, donde los padres se aprovechan de los hijos, donde estos son adoctrinados y donde la última palabra puede ser muy bien un golpe de chancla.

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Y eso es la CUP parlamentaria. Más radicales que nadie, más revolucionarios que nadie, pero siempre mirando por encima del hombro al hogar abandonado, del que fueron defenestrados por intentar ser un James Dean político, rebeldes sin causas “claras”. Y de vez en cuando, tienen la manía de volver al pueblo, y pasarse a saludar, “hola, ¡seguimos aquí!” y entonces es cuando se hacen gobiernos de coalición, se saca un platito de fuet de Vic y se dice “tranquilos, sé que nos echabais de menos, comed, ¡comed!”, y entre el café y el licor de sobremesa se cepillan el anticapitalismo y la lucha de clases. Punk is not dead, pero quizás el punk catalán muere un poco a cada sesión del Parlament.

La vida son prioridades, y la CUP las tiene muy claras. Un buen gobierno de Unión Sagrada con quienes son nuestros enemigos acérrimos, nuestros Papá y Mamá, nuestros explotadores, y aquí República catalana, y mientras la gente sigue pasándolas canutas. Pueden repartir esteladas de esas con la estrella roja –la de “izquierdas”, claro- y así al menos los sin techo no pasarán mucho frío.

Ciertos teóricos rusos, pese a que sus compatriotas morían en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, 1914-1918, estaban encantados. Es lo que se conoce como un enfoque zimmerwaldiano, en el que, pese a la muerte del pueblo ruso, a largo plazo se prefería continuar con la guerra, pues se avivaban las llamas de la revolución –de la chispa surgirá la llama ¿o no? Quiero creer muy fuertemente que esa es la hipótesis que maneja la intelligentsia cupera, porque si no estamos perdidos. Quiero autoconvencerme muy fuertemente de que realmente creen que una República catalana nos acerca al socialismo. Yo la teoría no la veo, y siendo fan de la misma y de los procesos ideológicos con bases marxistas, me apena ver que brilla por su ausencia ese tipo de argumentación. Una argumentación coherente, ya se entiende.

“Meh meh meh, no tendremos una monarquía”, “meh meh meh, no habrá fachas”, “meh meh meh, podremos usar nuestra lengua”. Vale, muy bien chicos punkis, ¿pero como nos acerca eso a nada? Uno, la monarquía no es un poder real, es un símbolo de los privilegios que abolir, el enemigo es el ejecutivo, tanto el de Rajoy como el de Puigdemont. Dos, no habrá fachas, habrá Plataforma per Catalunya que es lo mismo. Tres, la podéis usar igual, y la historia ha demostrado que ninguna ley pone barreras a un pueblo que decide cómo expresarse, siendo Cataluña el paradigma de ello.

Quizás lo correcto es entender ya de una vez que la CUP no es una opción de progreso social. Hay una frase de instagramer que dice: “los amigos que no estén a las malas que no estén a las buenas”, y ésta es la mala. Fallida económica, cansancio de las clases populares respecto a las instituciones, crisis de la socialdemocracia, retroceso de la hegemonía neoliberal… Es ahora. Y la respuesta, obviamente, es juntarte con el bloque que ha provocado tanto dolor social y económico y decir: bueno, esto lo dejamos para más tarde, que aprovecharemos el cabreo para realizar ofrendas al Dios-nacionalismo de la Catalanitat. Básicamente, la reacción de toda la vida, la unidad nacional en vacas flacas, la venta cuatribarrada en los ojos del contribuyente. A casa por Navidad (o nacionalidad), punkis del postureo.

One thought on “Los punkis por Navidad

  1. diría que la CUP és de izquierdas y republicana, cosa dudosa en el caso de los PROGRES comunes que aceptan la monarquía y no van más allá de la reforma del orden exitente.

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