La llamada: la música al servicio del amor y la religión

Esta gran película de Javier Ambrossi y Javier Calvo es extraordinaria, y estar nominada a los Goya lo demuestra: consigue fusionar lo místico de la religión con lo mundano de la música, en una comunidad de monjas que han montado un campamento para niñas. En ese camping en medio de Segovia, dos amigas se rebelan ante la rígida disciplina impuesta por las religiosas, y rompen con sus normas. Se escapan a una fiesta, toman drogas y vuelven a las tantas de la noche. Pero María, antes de salir de fiesta, ha tenido una visión: un señor de alrededor de cincuenta años ha bajado de unas escaleras celestiales y le ha cantado, rodeado de focos, I will always love you, de Whitney Houston. ¿Es Dios?

La música aparece entonces como vertebrador: la religión se demuestra como incapaz de vincular a los súbditos con el gobernante, es decir, Susana y María (gobernadas) a la madre superiora recién llegada -Bernarda- y una monja que de tan buena es tonta -Milagros- (gobernantes). Así pues, un elemento secundario como es la música aparece como herramienta del poder para homogeneizar la comunidad política. La música calma a las fieras, o eso dicen, y ésta empieza a tejer sus lazos de afectos entre las cuatro mujeres.

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La madre superiora, ante la versión que María presenta de la divinidad, considera que se está riendo de ella. Los dogmas de fe no soportan una evolución, una evolución en este caso iconográfica -y coreográfica- que la música, transformada en la herramienta principal del poder, sí logra asimilar: las referencias a los diferentes estilos, los de mayores -la madre superiora- los de Milagros o mediana edad y los de las chicas jóvenes son constantes. La diversidad de lo musical permite la integración antes mencionada, con su consecuente comunicación fluida, y el relevo generacional, elemento fundamental de todo sistema.

El concepto de Dios encarna el elemento vital en todas las comunidades religiosas: es en esa idea de Dios que Nietzsche ve el mayor insulto a la vida, pues se renuncia a la tierra para abrazar una idea abstracta y represiva (código moral judeocristiano, en este caso). Junto a eso, tenemos la canción del dueto musical de Susana y maría: Lo hacemos y ya veremos. Con esa espontaneidad creadora sí comulgaría Nietzsche, con ese amor al crear que lleva al poder sobre uno mismo y lo que el rodea. Son de esas dos versiones, la judeocristiana y la nietzscheana, que niega la primera, de donde surge la síntesis hegeliana: Dios es un cincuentón que canta, que es espontáneo, que se ríe de las plegarias, pero que a la vez es una autoridad moral que impone una forma comunicativa: la música. El halo celestial se transforma en focos, los cantos gregorianos en coros a Whitney Houston, pero al final, el Dios de La llamada supone la muerte de lo antiguo y el nacimiento de una nueva forma de comprender la religiosidad y la adoración, en base a la negación de lo antiguo dogmático por la modernidad impulsiva y artística.

El arte es la tarea propia de la vida.

Nietzsche

 

Y los cambios no dejan de sucederse. Milagros entra en crisis y deja el vestido de monja, substituyéndolo por un vestido rojo estampado; y se pone a cantar ella sola, rememorando días pasados. La descubre Susana en ese bello momento de intimidad, y cuando la joven rebelde encuentra una conexión con Milagros, que se materializa en conocer y cantar la misma canción, se ablanda: cede su orgullo, su voluntad de vivir nietzscheana, y se pliega a las exigencias de un poder que, tenuemente, es encarnado por Milagros. Dominantes y dominados se acercan, en una transferencia de emociones y conocimientos entre las cuatro mujeres. La presión del poder se diluye, y se tiende a una horizontalidad precaria. Para el teórico Carl Schmitt, esa es la esencia de la democracia: la vinculación homogénea entre gobernantes y gobernados.

El efecto de esa nueva herramienta del poder divide la unidad Suma Latina, es decir, el grupo musical/unidad social formado por Susana y María. Fruto de las apariciones en forma de musical que sufre María, cada una toma un camino diferente: mientras Susana sigue su vida joven, rebelde, inconformista -hasta cierto punto, sería otro artículo-, María se pone a rezar. Pero esto tiene sus implicaciones en la vida de la comunidad, las decisiones individuales provocan cambios: Susana, en su libertad sexual y apabullante modernidad, se da cuenta de que es lesbiana, y que está enamorada de la monja Milagros. Mientras, María se da cuenta de que está enamorada de Dios.

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El amor, ese es el segundo punto de unión en los caminos divergentes de las dos protagonistas: el amor a Dios (María) y el amor al prójimo, aunque sea de manera poco convencional (Susana). Esto reunifica a las jóvenes, y permite humanizar a las monjas. El amor, en todas sus formas, es interpretado por los directores como la esencia del ser humano, y lo que permite relacionarse a las personas.

El momento final supone una inversión de los papeles: mientras María y Susana se consagran a la religión, esperando la llegada de Dios, Milagros deja el hábito. Entra en la cabaña de las jóvenes, que se están preparando para «La llamada» de lo divino junto con la beata madre Bernarda, que a aceptado las tesis herejes de las jóvenes. Y luego la magia pasa: Dios se convierte en un ser visible para todas, en la escalera de grandes peldaños, y acabada la actuación de Suma Latina, empieza a cantar Él. Y así empieza la fiesta más divinamente alocada que puede ocurrir en un camping de Segovia con luces disco por todas partes. La sororidad de las cuatro mujeres ocurre, la harmonía entre lo humano, lo celestial y lo divino del arte musical.  Esos son los tres conceptos clave de la película: la religión-Dios, la música y el amor.

En conclusión, La Llamada merece la nominación al Goya por su relato de humanidad y entendimiento dentro de una comunidad marcada por extremos, y por ello es encomiable. Las mujeres son las absolutas protagonistas del film -mujeres siendo mujeres-, siendo personas no subordinadas a nadie, y mucho menos a un varón. Sobreviven en base a sus creencias, ya sean Dios o la rebeldía, y se unen en la concepción ideal del amor. Aunque algunos no compartamos la filosofía detrás de esta película, es una película remarcable y llena de humor.

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