Polanyi y los bienes comunales

Pequeño ensayo sobre la perspectiva del intelectual Karl Polanyi entorno al capitalismo y la acumulación de capital que lo engendró.

Hace unos días recomendábamos por Instagram la lectura de un artículo muy revelador de Rendueles sobre la obra de Polanyi. También dijimos que subiríamos un artículo relacionado con este. La potencialidad de Polanyi, según Rendueles, es su cariz desmitificador del Mercado. Polanyi, más que un economista, fue un gran historiador. Y, se dio cuenta que no siempre todo fue como ahora. La relevancia del Mercado y su fuerza de domesticación nunca fue como la actual. En un trabajo que realicé sobre los bienes comunales tomaba como eje referencial un capítulo esencial de la obra de Marx: el 24 de El Capital. Rendueles retomando ese mismo capítulo dice que la obra de Polanyi es una continuación de este capítulo.

En dicho capítulo, Marx intenta responder a la idea de nacimiento del proletariado. Al menos, intenta saber su por qué. Lo titula: La llamada acumulación originaria. No existirá algo así como acumulación originaria. Marx, en su vertiente más antropológica, demostrará que lo que se llamó tradicionalmente como acumulación no fue así. Fue una expropiación. De tal modo que, lo que ahora llamamos mito fundacional, Marx lo define como una anécdota del pasado.

De hecho, ese mito sigue funcionando. ¿A caso no hemos oído: “Lo que yo tengo me lo he ganado con el sudor de mi frente”? Muchas veces aquellos que dicen tal frase, que más que una frase ha devenido un sintagma nominal indivisible – algo así como el +4 en el UNO del protocapitalismo ahistórico-, son los que menos han sudado,  y los que probablemente han adquirido un puesto de poder gracias a los órganos sexuales de su padre y su madre. A pesar de la voluntad irónica de mi escrito, la historia antropológica y la sociología moderna han demostrado que la familia, con la modernidad, es la institución social que garantiza la transmisión de riqueza. F. Engels, en una obra magnífica, demuestra la relevancia que cobra la figura del hombre en el matrimonio con la modernidad. Anteriormente, la descendencia pertenecía exclusivamente a la madre. Con el desarrollo de la economía capitalista está descendencia se convierte en un lazo puramente de propiedad. La infidelidad se convierte en un mal menor si es por parte del hombre, pero en un cataclismo familiar si lo realiza una mujer. Engels pone de ejemplo el código napoleónico: «L’enfant conçu pendant le mariage a pour père le mari» («El hijo concebido durante el matrimonio tiene por padre al marido»).

Estos dos hechos: la familia y la acumulación originaria, son subproductos de lo que hemos llamado más arriba expropiación; pero que, a partir de aquí lo llamaremos desposesión. Hace 9 años, Elinor Ostrom refutaba con un trabajo sobre los bienes comunes la paradoja de Hardin: la gestión política de la economía en común era y es eficiente. Hardin, en su artículo más celebre, La Tragedia de los Comunes, basándose en una aproximación matemática a un problema social argumentó que la ausencia de propiedad privada empujaría a los individuos de un pastizal a maximizar su beneficio aprovechándose de la inexistencia de barreras de uso, provocando, por tanto, el agotamiento de dicho recurso natural. Algo así como tirar de Malthus para justificar la propiedad privada como única institución social capaz de soportar la “tragedia”.

Es ahí donde se encuentran Polanyi y Ostrom: en las instituciones sociales, que rigen la política y que gobiernan la economía. La apuesta de Polanyi es institucionalista en tanto en cuanto entiende que el equilibrio mercantil se puede alcanzar gracias a una apuesta democrática, no a través del laissez-faire. Muy cercana a la de Ostrom.

¿De dónde surge ese capricho por los bienes comunales por parte del marxismo? Tal y como demuestra Marx, la desposesión, es decir el fin de los comunes, es una consecuencia histórica que crea la fase anterior a la creación de la economía capitalista: una acumulación de capital en manos de la burguesía. La condición de libertad, para Marx, es el supuesto económico por el cual los humanos pueden vivir sin el permiso de otro. Allí, en esa concepción, es donde coinciden republicanismo y socialismo, expuesto por Daniel Raventós en este artículo. También es, el punto de encuentro entre Polanyi y el republicanismo socialista: entendió la concepción materialista de la libertad cuando retoma a Pericles y al Partido Democrático de Atenas para rebatir la existencia del Mercado en la Antigüedad.

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