Elecciones en Colombia: La paz en juego, otra vez (I)

Breve repaso a la historia política de Colombia y a sus instituciones: entre golpes militares y realismo mágico, pasando por los Acuerdos de Paz.

Colombia se enfrenta a las elecciones más cruciales de su historia como nación independiente. El mantenimiento o no de los Acuerdos de Paz, las negociaciones con el ELN, la corrupción y la desigualdad del país son los principales ejes en el debate presidencial. Para entender el contexto en el que se encuentra Colombia, hemos de entender de dónde viene el conflicto, cómo se ha llegado hasta aquí. En este artículo, parte de una serie que dependerá de mi constancia, intentaré dar unas pinceladas sobre la historia reciente de Colombia y entender los cleavages fundamentales de la política colombiana desconocida para muchos.


Me atrevo a calificar a Colombia como realismo mágico en estado puro: Macondo, aquel poblado creado por Gabriel García Márquez en Cien Años de Soledad, es una de las representaciones más verosímiles del país. Colombia es, como Macondo, un pueblo donde los muertos no acaban de abandonar el mundo de los vivos, resultado de un conflicto de más de 70 años y 8 millones de víctimas (millón arriba, millón abajo, dependiendo de las fuentes utilizadas). El realismo mágico lleva lo irreal y extraño a la cotidianidad de sus personajes, y su historia está caracterizada por ello, por irrealidades, hechos impensables, que se volvieron el pan de cada día. Secuestros, violaciones, masacres, atentados, extorsiones, narcotráfico; todo ello ha atravesado la sociedad desde lo más bajo hasta las más altas jerarquías del Estado. Los colombianos viven en una sociedad anómica, una sociedad con debilidad normativa en la que los individuos carecen de un punto de referencia debido a las constantes guerras y conflictos que han marcado la historia del país y que no han cicatrizado nunca, desangrándola constantemente.

Si hay algo característico del país son sus diversas contradicciones. Cuenta con uno de los territorios más biodiversos de la Tierra pero con una gran desigualdad. Según datos del Banco Mundial, el índice de Gini (dónde 0 es la mínima desigualdad y 1 es la máxima desigualdad) es de un 0,50 mostrando de esta manera la gran desigualdad en los ingresos de la población, que se concentran la mayoría en pocas manos. Toda la biodiversidad del país está controlada por unos pocos latifundistas cuyo objetivo ha sido extraer al territorio y a la población toda la riqueza posible gracias a las estructuras feudales heredadas del Imperio español, que las élites criollas no quisieron cambiar y que el capitalismo durante el siglo XX afianzó. La desigual distribución de la tierra es “el conflicto” en Colombia. Todas y cada una de las guerras sucedidas desde la independencia se han enmarcado dentro del conflicto por el control de los recursos agrarios, estando el 81% de la tierra cultivable controlada por el 1% de la población.

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Otra de las contradicciones del país es su democracia. Colombia es una anomalía latinoamericana que no ha vivido más que una dictadura populista (régimen militar de Rojas Pinilla entre 1953-1957), que farda de ser la “democracia más antigua de Sur América” pero que empíricamente podemos comprobar que si bien lo ha sido en la teoría, en la práctica ha sido una oligarquía controlada siempre por dos facciones, liberales y conservadores. Estos dos partidos tras la dictadura de Rojas Pinilla establecieron un Frente Nacional para acabar con la Violencia, una guerra no declarada entre ambos partidos tras el asesinato del líder liberal Gaitán en 1948 y que se prolongó hasta 1953. El Frente Nacional consistió en un reparto de cargos públicos entre los diferentes partidos reconocido constitucionalmente, cerrando la posibilidad de competencia democrática real y turnándose la presidencia cada cuatro años. El régimen del Frente Nacional llevó a que la izquierda colombiana considerase la participación pacífica como un imposible, teniendo como consecuencia la aparición de diversas guerrillas armadas como las FARC, el ELN, el M-19, Quintín Lame o el EPL. El Frente Nacional estuvo vigente hasta 1986, durante estos años la violencia en Colombia comenzó a tener un cariz multidimensional pues ya no solo era política, ahora también se habían integrado en el conflicto armado narcotraficantes y el crimen organizado se expandía como una mancha de aceite por todo el país.

La campaña electoral de 1990 fue especialmente sangrienta, tres candidatos presidenciales fueron asesinados. Luis Carlos Galán, del ala izquierdista del Partido Liberal; Bernardo Jaramillo Ossa, candidato de la Unión Patriótica (partido surgido de unas negociaciones entre el Estado y las FARC que tenía como objetivo ser el brazo político de la guerrilla); y Carlos Pizarro, líder del M-19 que se había desarmado dos años antes. Los tres candidatos presidenciales –y otros muchos líderes de la izquierda colombiana, en especial de la Unión Patriótica- fueron asesinados en una ola de violencia liderada por los carteles de la droga y el paramilitarismo (íntimamente relacionado con el Estado). Toda esta violencia llevó a la organización de un movimiento estudiantil conocido como la Séptima Papeleta que tuvo como objetivo introducir en las elecciones legislativas de 1990 una séptima urna en la que se proponía la creación de una Asamblea Constituyente. El amplio apoyo a este movimiento en dichas elecciones llevó al nuevo gobierno de Cesar Gaviria (liberal) a reconocer el resultado y a convocar una Asamblea Constituyente que tenía como objetivo elaborar una nueva Constitución que permitiera al Estado crear los consensos necesarios para acabar con las diferentes violencias, en especial la política, mediante una apertura democrática y el reconocimiento de la diversidad del país.

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La Constitución de 1991 modernizó el sistema político colombiano, produjo una apertura democrática en todos los niveles de gobierno del país y reconoció diversos derechos sociales como obligación del Estado. Sin embargo, la política colombiana siguió estando en manos de unas élites que se han resistido a dejar al poder, han mantenido las prácticas caciquiles en todas las elecciones, y se han aliado con narcotraficantes y paramilitares para evitar todo tipo de oposición política, siempre bajo la justificación de la guerra contra las diversas guerrillas que ocupaban aquellos territorios donde el Estado colombiano era incapaz de llegar. Desde la aprobación de la Constitución hasta hoy, la política colombiana se ha caracterizado por una corrupción profunda, lazos con narcotraficantes en todos los gobiernos e intentos fallidos de paz con las guerrillas y con los paramilitares con sus subsecuentes recrudecimientos de la guerra.

Como me refería al principio del artículo, Colombia es realismo mágico, y otra de las características del realismo mágico es que el tiempo no se concibe como lineal sino que este es cíclico. Esto es una característica que también se cumple, puesto que siempre que se abren oportunidades de cambio para el país las élites gobernantes hacen todo lo posible para resistirse a perder su poder hegemónico, produciéndose aumentos de violencia aún mayores.

En estas elecciones nos enfrentamos a un mantenimiento del Proceso de Paz (del que hablaré en un siguiente artículo) con unas características sin precedentes ni a nivel nacional ni internacional. Los Acuerdos de Paz elaborados en las negociaciones de La Habana entre el Gobierno de Santos y las FARC dan una serie de herramientas al Estado que le permitiría realizar cambios sustanciales en la distribución de la tierra, en el modelo productivo y en la participación política, porque tiene como objetivo el fin de las dinámicas de violencia que han sembrado de muertos el país. Sin embargo, hay una fuerte oposición a la implementación de los acuerdos entre la sociedad colombiana, el paramilitarismo es un monstruo que crece y que vuelve a acechar a la izquierda colombiana, en especial a los líderes sociales de las regiones más pobres del país, y la implementación de los Acuerdos ha estado llena de irregularidades que ha creado reticencias por parte de las FARC. Suenan de nuevo tambores de guerra en medio de una campaña electoral que cada día se vuelve más incierta y en la que la convivencia en el país nunca había estado tan en juego.

Por @daniosorio27


Este es el primero de una serie de artículos entorno a Colombia, donde el autor intenta acercarnos a un país que, lleno de contrastes y pese a todo, sigue clamando democracia y vida. 


Puedes leer la continuación aquí.
 

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