Molière y Marcuse: dos genios de época

Marcuse está muerto, no tanto su pensamiento. Sus ideas, definitorias del sistema político liberal, son ciertamente inmortales, al menos hasta ahora.

Inmortales porque el sistema liberal solo ha cambiado su forma, no su contenido o sus aspiraciones. Y son lamentablemente inmortales, porque el sistema liberal de democracia representativa sigue vivo. El molino infernal y satánico de Polanyi sigue moliendo. Ante la velocidad de nuestras vidas y la ausencia de valor de nuestra existencia volver a la escuela de Frankfurt es lo mejor que podemos hacer. Y Molière es la clave.

La situación es inmensamente cómica: un devenir surrealista de las peripecias como si Torra se hubiera subido a un columpio y Rajoy fuera el subnormal que hace cola sabiendo que nunca se subirá, un Show de Truman dirigido por un Christof embriagado por inmensas dosis de alcohol y drogas alucinógenas, y porque no, pensado desde el mismo escritorio que vió nacer a Rick y Morty. Parece que el Ser que permite que las cosas sucedan se esté riendo de nosotros, pero no sabe que los que sufrimos el cansancio de la movilización constante, que trasciende los límites de lo físico, somos también muy cachondos.

 

Molière se rie de tu cara

Molière, el dramaturgo, fuente de chovinismo en nuestro país vecino, era tan lúcido y tan puto amo como lo pinta el ego de los francesitos que quieren que su figura sea mundial. Su obra más famosa quizás sea “Le Malade Imaginaire”, o El Enfermo Imaginario. También podría haberla titulado El Enfermo Imaginario o como pasarte la mano por la cara y reirme de los egos societales. La vigencia del humor y la sátira molieresca es brutal y preocupante, pues se escribió hace casi 350 años. Para los poco-leídos o los mal informados, la historia va de un hombre que está enfermo, pero se lo hace porque flojea un poco del coco, especialmente psicológicamente; es un hipocondríaco feroz, un chalado que se cree sufre una enfermedad desconocida. Se plantea la idea de emplear un médico para que esté a su vera siempre. Es viudo, se llama Argan y está casado de segundas con Béline, una mujer que lo soporta porque se cree su enfermedad y espera con ansias su muerte para hacerse con su herencia de burgués enriquecido. Su hija Angélica, quiere casarse con un cualquiera, alguien mundano como Cléante, que no es de provecho según Argan.

Argan quiere que su hija se case con el hijo de su médico para poder ahorrarse pagar más médicos, demostrando pues, su incapacidad de sentir y tener sentimientos altruistas o al menos que piensen en el bien común de la familia. El final de la obra será lo relevante para entender mi comparación: Argan se hace el muerto, incitado por Toinette, su sirvienta, para descubrir quien de verdad está de su lado y quien es un estorbo para su familia. Es así que Argan descubre que su nueva mujer se alegra, pero, sin embargo, su hija se siente extremadamente dolida de su muerte, al igual que Cléante, su novio y amante en secreto. Argan, aliviado por el conocimiento de esta verdad, acepta el matrimonio siempre y cuando el amante de su hija se convierta en médico.

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La Tolerancia Represiva

Analizemos esta historia en base política. Pero primero, deberíamos presentar las ideas de Marcuse. y lo que es más importante: ¿Cuál es la relación con Molière? En un ensayo de 1965, antes del famoso Mayo del 68, Marcuse plantea la idea de tolerancia represiva, esta es la definición que propone para la forma de exclusión política, dentro de la democracia liberal, es decir una forma de marginalización enmascarada por una suerte de tolerancia que solo actúa y se aplica en las alternativas que quedan en la legalidad, es decir, dentro del marco de lo aceptable por la clase dominante. Marcuse dice:

Los trabajadores, cuyo interés real se opone al de la dirección de la empresa; el consumidor medio, cuyo interés real se opone al del fabricante; el intelectual, cuya profesión entra en conflicto con la de su patrono, ven luego que se están sometiendo a un sistema frente al cual resultan impotentes y aparecen como irracionales.

Es decir que la democracia liberal tal y como la conocemos se dota de una serie de mecanismos para excluir aquellas alternativas que sí suponen un cambio en la dinámica en el devenir del funcionamiento de la democracia.

¿Pero cómo explicamos entonces que hayan sucedido cambios en favor del progreso? Marcuse lo explica de manera muy coherente: el cambio suele ir en favor de aquellos que se benefician de la tolerancia represiva. Es decir, aquellos que están constituidos de forma elegante como grupo dominante bloquean voluntariamente la divergencia efectiva, a través de una serie de mecanismos muy sutiles (y no tanto) que toman forma de barreras y escollos para los outsiders del sistema liberal. Esto nos hace plantearnos seriamente los cimientos de la democracia tal y como la vivimos y padecemos. Y ejemplos los hay docenas: Robespierre, Mandela, los Panteras Negras. Por eso hay que cuestionarnos siempre de qué lado estamos, Sartre, en el prólogo de Les Damnés de la Terre (recogido por Marcuse) dice lo siguiente: vuestra pasividad solo sirve para alinearos del lado de lado de los opresores.

 

De nuevo, cualquiera de vosotros o vosotras, dirá, y esto, ¿qué narices tiene que ver con Molière?

Pues todo, o al menos un par de cosas. Empecemos por Argan. Argan es en nuestra historia, el Estado premoderno, es decir el antiguo régimen. Parece, que se está muriendo, de hecho, inevitablemente va a morir, pero quiere dejar las cosas atadas: quiere que su hija se case con un médico (alguien de bien) y no con un don nadie. El Estado absolutista, moribundo, actuó de igual forma con la burguesía. Sabía en cierto modo que sus tiempos de gloria se estaba acabando. Esta movida ocurrió durante la Revolución francesa: los burgueses antidemocráticos o al menos, aquellos que concebían la democracia como un juego entre pijos, se alinearon con la Monarquía y luego con el republicanismo de mercado, con figuras tales como Condorcet. En Francia se les conoce como fisiócratas.

Su hija es la burguesía, le quiere incondicionalmente a pesar de que pueda morir y pueda heredar su herencia, es decir la estructura represiva estatal. Mientras que el poder la reconozca, es decir, que su padre le deje casarse con su amante (el capitalismo), ella está contenta.

Si nos fijamos, Argan, una vez exculpado por el guión de los pecados y errores cometidos anteriormente permitiendo la boda entre el amante de Angélica y ella misma, toma forma del estado liberal tal y como lo hemos descrito, usa la tolerancia represiva. Permite que llegue “el progreso” siempre sea en su beneficio, es decir solo si se cumple su voluntad de no tener que pagar más médicos, forzando a Cleante devenir lo que a él le interesa.

 

Ejemplo de tolerancia represiva:

Quizás un joven zagal o una joven zagala que no haya entendido la movida “del Marcuse este”, diga: “esto ahora no pasa”. Pues sí que pasa. Y se llama España, repite conmigo: “España”. Pues bien, si retomamos las ideas de Marcuse; la idea de tolerancia represiva se manifesta en muchos rincones de la sociedad. Pero, y sin pelos en la lengua, si hace llorar a Junqueras en la radio o provoca la dimisión de demócratas de toda la vida (nótese la referencia a Guillermo Giménez en un tono amablemente irónico) es más malo.

La constitución funciona en base de tolerancia represiva solo un rato. Hasta que le hinchas los cojones o los ovarios y deja de ser tolerante; principalmente porque el Estado abandona su neutralidad aparente para cebarse con el que se pone delante de su voluntad.

La principal forma que tiene excluir al discurso outsider es no hacer política patria, sino guiarse por la corrupción. El politiqueo es, de forma clara, una forma de prevenir que otros puedan comer del mismo plato que tú lo haces. Por eso, utilizas métodos extra-democráticos para intervenir en la competición política. No es un problema coyuntural en España, pero por lo que sea, las redes de contactos franquistas ahora también se envían WhattsApps; por eso ha quedado todo bien atado.

Otra forma de evitar que entren en el debate político opiniones que pongan en jaque el Régimen del 78 son los medios de comunicación, especialmente si son televisiones o diarios con larga trayectoria. La función de estos es primaria, echan de la arena política a quien interesa apartar. Pasó con Podemos, la PAH, la CUP y hasta con gente de la derecha etnicista de Catalunya. Es un modus-operandi, que recuerda ciertamente a los mafiosos de las novelas de Mario Puzzo, con el tono ocre y sucio que aporta Elmore Leonard y con la implacabilidad de los malos que se enfrentan a Torrente.

Estudio políticas, y, en ocasiones dan ganas de hacerse un chupito de lejía con las definiciones pseudo-científicas de democracia. Algunas de ellas afirman que un factor esencial para el desarrollo y el afincamiento de la democracia es trascender de culturas de participación «parroquiales». Se nota que no tienen en cuenta a Marcuse. Por eso hace falta reivindicar a figuras como Robespierre: existe la Tiranía en democracia y se pasea delante nuestro desnuda y sin afeitar.

Por Andrés García

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