Los hijos de Freud y los nietos de Marx

Ensayo sobre los postulados de Freud y el nacimiento de la ideología fuera del determinismo marxista a mediados del siglo XX.

En la plena convulsión del siglo XX y todos los acontecimientos que lo acompañan, no es difícil imaginarse líneas que desbordan las ideas establecidas en una sociedad. Mirarlo así puede parecer fácil, e incluso conciliador con uno mismo, pero a la vez, considero necesario buscar explicación social a todo el flujo ideológico que se dio a lo largo del siglo.

En 1917, para algunos, se formó una esperanza, para otros la desilusión. Cabe decir pero, que en plena época estalinista, ciertos pensadores afirmaban que la Unión Soviética era un gran engranaje que reducía al individuo a la pieza más elemental de la mayor fábrica de alienación del mundo.

Otros, tras el triunfo de la revolución soviética, se preguntaron cómo era posible el triunfo del socialismo en un país que no disponía de las condiciones materiales ni políticas determinadas para llevarlo a cabo. Esta sorpresa se contrarrestó más cuando el fracaso azotó Alemania en su intento de revolución después de la Gran Guerra. Otra sorpresa, sin duda, fue ver cómo las masas alemanas -recordemos que Alemania, a principios de siglo tenía el movimiento obrero más grande y más organizado de toda Europa- poco a poco iban pasando del obrerismo concienciado al nacionalsocialismo.

Esto sin duda abría una brecha en la estructura de clase y en la visión materialista de la historia, pues si no se quedaba corta, si es cierto que dejaba demasiadas incógnitas al aire las cuales no podía resolver; tenía que haber un factor detrás que transgrediera a la lucha de clases, no que la negara, pero sí que la transgrediera. Parecía que la historia iba a contradecir a Marx, pero fueron sus nietos los que le dieron una nueva lectura. Europa daba la bienvenida a la izquierda freudiana, y venían dispuestos a replantear el marxismo.

Siguiendo los postulados clásicos del marxismo, son las condiciones sociales y materiales del individuo las que determinan su ideología política, son las mismas las que rigen la historia y a través de las cuales se puede explicar toda la producción espiritual de una sociedad, no obstante, y tal como hemos visto anteriormente, la historia había contradicho eso.

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Wilhem Reich es uno de los mayores exponentes de esta corriente que pretende analizar los fenómenos sociales más allá de su perspectiva social. En su libro “Psicología de Masas del fascismo”, pretende desmitificar ciertas bases establecidas sobre el auge del fascismo alemán. Primero, descarta la explicación económica, puesto que en este caso, vemos como las masas obreras se dirigían ideológicamente hacía su enemigo de clase. Un hecho que, partiendo de la base materialista del marxismo clásico sería impensable. En segundo lugar, pretende disolver la idea de un carismático líder – en este caso Hitler -, capaz de amontonar una multitud bajo su régimen de forma ciega y disciplinaria. Así pues, la vía de las condiciones materiales es imposible, y la idea mítica de un líder carismático capaz de erguirse como figura totalitaria también es imposible. Entonces, ¿qué solución nos propone Reich? -Esta solución nos servirá para enlazar más adelante con los postulados psicoanalíticos-.

Para entenderlo, debemos desfocalizar el foco de culpabilidad del individuo y trasladarlo al carácter de las masas que, según Reich, permitió y catalizó la adhesión al fascismo debido a su estructura autoritaria. Este carácter subjetivo es lo que echaban en falta estos filósofos del marxismo, el carácter que hace que las masas vayan a favor de algo totalmente contrario a sus intereses más próximo.

Pero volvamos al análisis, y pivotemos ahora sobre uno de los puntos fuertes de toda teoría psicoanalítica, la sexualidad. Para Reich -al igual que para Marcuse-, la energía y pulsión sexual es un elemento creador de la sociedad, una base fundamental sobre la que se edifica la sociedad moderna. El punto de vista de la misma es lo que cambia: para Freud, la cultura era necesaria para evitar que el hombre diera rienda suelta a sus instintos más primitivos, por tanto, la cultura era un mal necesario. Para Reich y Marcuse, la cosa cambia un poco, ya que es esta energía vital la que forma el carácter autoritario de una sociedad al ser reprimida. Esta pulsión reprimida solidifica en forma de carácter autoritario, que se interioriza en las primeras fases vitales -aquí la infancia juega un papel importantísimo-, sobretodo en la relación del individuo con los padres. Por tanto, Reich afirma, que la familia es la base constructora de todas las ideologías autoritarias.

Por tanto, para llevar una revolución socialista, no solo deben darse las condiciones materiales propicias, sino que debe darse una transformación de la estructura familiar junto con la del sistema de producción por tal de evitar posibles carácter autoritario.

Aquí, esto entra ligeramente en contradicción con lo que dice Marx de que la conciencia social es la que determina al ser, y no al revés, ya que si esta premisa fuera cierta, tomando la revolución socialista y el fin de la explotación como base de las relaciones de producción, el carácter autoritario desaparecería, y siendo las mismas condiciones materiales las que lo determinan, sería imposible que una clase social buscase refugio en ideologías que objetivamente son opuestas a ellos.

Este carácter autoritario de una sociedad que busca cobijo y sublimación de tal impulso en los regímenes fascistas, también se manifiesta en las sociedades post industriales o de un capitalismo avanzado. Ya en su momento Marcuse hablaba del principio de la realidad en “Eros y Civilización”, cuando tomando como premisa verídica la teoría freudiana de que es necesaria una cultura represiva por tal de que la civilización sea posible, este le aplicaba una modificación, diciendo que solo era necesaria una pequeña represión para el funcionamiento de la civilización y, que todo el excedente represivo era fagocitado por los intereses que regían la sociedad post industrial.

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La ideología pues, transgrede todo tipo de explicación material para enfundarse bajo un espectro de explicaciones psicoanalíticas. En estos momentos, podríamos decir que la ideología está relacionada con el goce y con la sublimación del libido reprimida por la propia sociedad. La ideología se satisface a través de la identificación ideológica que el sujeto obtiene a través del síntoma. “La realidad y sus apariencias se dan conjuntamente en la ideología. La ideología se apega a sus diversos objetos con toda la ciega tenacidad del inconsciente; y un atractivo importante que tiene sobre nosotros es su capacidad para producir gozo” (Eagleton, 1997: 232). Yendo algo más lejos y profundizando un poco más en esta relación entre el gozo y la ideología, podemos afirmar que la ideología no es el medio por el cual los individuos buscan la sublimación de las pasiones, sino el fin en sí mismo. En palabras de Lacan.

No sirve para nada más allá de sus propios objetivos, y se convierte en un fin en sí mismo.

Los elementos protoideológicos, al ignorar el contexto en el que han sido generados, no tienen significado como tal, son solo “significante flotantes”, ya que no se han ubicado aún en una ideología estructurada. Esto no es para nada un elemento cerrado e inmutable -pues los tres puntos de la ideología, en sí, para sí, y en sí y para sí no serían posibles-, ya que el punto acolchado, que se mueve en la esfera de lo imaginario, por tanto, permite incorporar nuevos conceptos a la ideología existente. Así, este punto acolchado que flota en la esfera de lo imaginario es el mismo que permite que los elementos protoideológicos puedan ser ubicados. Así, por tanto, cuando un significante flotante se añade al campo de la ideología, cosiéndose a un significado, no añade nada nuevo a la ideología, pero reorganiza los que ya estaban en ella misma.

“El punto acolchado es el punto a través del cual el sujeto es ‘cosido’ al significante, y al mismo tiempo, el punto que interpela al individuo a transformarse en sujeto dirigiéndole el llamado de un cierto significante amo (‘Comunismo’, ‘Dios’, ‘Libertad’, ‘Estados Unidos’).” (Žižek, 1992: 142-143) Este significado amo, actúa por encima del resto de significantes subordinados, condensando así toda la riqueza y variedad del campo ideológico, es decir, se convierte en un nudo de significados que define la identidad de los significados subordinados.

El punto acolchado que hemos visto antes, es el que actúa como elemento intermedio, justo el que interpela al individuo para convertirlo en sujeto a partir del significante amo, de alguna forma, actúa como elemento de subjetivación de la cadena de significante subordinados.

En el fondo, podemos establecer cierta similitud entre la ideología y la teoría onírica postulada por Freud. En ella, Freud dice que cuando un sujeto duerme, este si que puede percibir estímulos del exterior, pero estos estímulos son asimilados por la lógica del sueño, y solo dentro de ella, cobran sentido, ya que es este el que los explica. Siguiendo con esta lógica freudiana, podemos entender el triunfo ideológico de unos postulados cuando los hechos que a primera vista la contradicen, son utilizados para ser argumentados a su favor. Cuando el estímulo externo entra y juega en su lógica. Por tanto, podríamos resumir la función de toda tarea política como el objetivo de atravesar la ideología como fantasía social.

Por @AxelCasas07

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