Interrogando a Fortnite: ¿es un juego justo?

Un intento de respuesta en clave analítico-filosófica desde el marxismo de G.A.Cohen y el iunaturalismo de Dworkin al videojuego «Fortnite»

Te sueltan en una isla con otras 99 personas, talas madera, piedra y metal, recoges armas, abres cofres y te defiendes para ser la última persona en pie. Esto es Fortnite. Al margen de la jugabilidad y de su mercado de skins – basicamente, disfraces para tu personaje -; un juego que se pueda disfrutar tiene que ofrecer oportunidades a cualquiera para ganar. Es necesario interrogar a Fortnite, principalmente porque la idea del Battle Royale esconde una verdad concreta: la de la competencia perfecta del discurso neoclásico.

En razón de la lectura de un artículo del marxista estadounidense Gerald Allan Cohen criticando las ideas y argumentaciones de la justicia dentro de los paradigmas que expone Nozick – un libertarian – abogando por una supuesta comunión entre libertad y justicia; expondré una serie de argumentaciones filosóficas que guardan relación con el juego que está triunfando.

De entrada, si seguimos las argumentaciones que realiza Nozick, podremos responder positivamente a la pregunta: es un juego justo. Así pues se dibujan los siguientes axiomas:

(1) Cualquier cosa que emerja de una situación justa es por sí misma justa.

(2) Cualquier cosa que emerja de una situación justa como resultado de una transacción voluntaria consensuada por todas las partes, es justa por sí misma.

Por tanto, Fortnite, en cada inicio de partida, construye una situación en apariencia justa: tu eliges que parte del mapa escoges para aterrizar, que tipo de arma llevar y como completas tu inventario. Según la filosofía neoclásica, los pormenores que sucedan por tus elecciones individuales son justos. Nozick pone el siguiente ejemplo con Wilt Chamberlain, un prodigio del basket en su época, pero podría usarse por igual con Messi: imaginen que Messi, el mejor jugador de la historia, está en venta porque Bartomeu decide por una vez cargarse al Barça, muchos equipos se pelearan por él, es evidente: atrae público y genera ingresos por publicidad y ventas. Pongamos que el Madrid, apostando por él, le ofrece una oferta revolucionaria: por cada euro que recaude el equipo de Florentino en entradas, tendrá que entregarle un 25% del total a Messi. De hecho, Florentino, es tan listo, que pone una caja en la puerta de cada entrada del Bernabéu en la que puedes introducir ese 25%. Al final de la temporada Messi es el futbolista mejor pagado del mundo. Nozick dirá que esa riqueza es justa.

Se reproduce el mismo esquema que en Fortnite, cierto; es más se asume un tercer axioma que divide a aquellos que pensamos desde una tradición republicano-socialista de aquellos que, como Nozick, piensan desde la otra trinchera: la libertad – desde el liberalismo – no siempre preserva la justicia. Estos axiomas tienen una falla que Cohen repara muy rápidamente y que resulta fundamental para abordar la libertad, la justicia y por tanto la desigualdad: la idea de justicia transaccional (si A produce B, y A es justo, entonces B lo será) quiebra cuando, después de la toma de decisiones por parte de los diferentes agentes, se pregunta a estos si su elección hubiera sido distinta. Si ante esta pregunta, la respuesta es negativa, es decir que existe un arrepentimiento de la elección entonces significa que el resultado es injusto pues no lo conocían.

Esto nos guía al siguiente axioma que se deriva de estas anteriores peripecias: cualquier situación que se derive de una donde los agentes sean sabedores de sus consecuencias, fruto de acciones voluntarias, es justa por sí misma. Esto en Fortnite significaría que cuando juegas, si sabes que en un enfrentamiento vas a precisar de un arma o instrumento preciso y lo coges pero te cruzas con Lolito y te mata, tu muerte habrá sido justa. Sin embargo, si nos detenemos y lo examinamos bien, existe un problema intrínseco a la teoría anarco-liberal, tal como dice Cohen: su respaldo es únicamente moral, aunque, desde luego, no exista una razón moral de peso que impida estar en contra de que alguien o un grupo atesoren tanto poder, talento y materiales que sea imposible hacerles frente -especialmente si esa acumulación se ha dado por métodos aceptables (los cuatro axiomas de los que hablábamos), sí que existen razones éticas en contra de semejante acumulación de poder. Esto significa que llegamos a un punto de no retorno donde no es moralmente reprochable que se gane dinero pero, y aquí es donde intervienen las teorías igualitaristas y más concretamente las republicano-socialistas, sí que es reprochable ya que por acciones supuestamente justas se repartirán cuotas de poder por las que la autonomía de aquellos que no las amasan se vea nublada.

Esto significa que Fortnite debería introducir algún tipo de trabas para que esto encontrase solución. En su encuentro, debemos notar dos distinciones, es decir dos planos en los que se dibuja la injusticia: las ambiciones y el talento, tal y como haría el americano y egalitarian Dworkin. A pesar de partir de premisas rawlsianas, eminentemente individualistas y liberales, Dworkin es de esos filósofos se toman en serio la desigualdad, especialmente la que generan los sistemas económicos. Por eso entiende que el rol del Estado es revocar las injusticias de origen y las injusticias como resultado – contrariamente a lo que Nozick hace.

La justicia, por tanto, existe en tanto en cuanto se puede hacer un ejercicio ad eternum de esta. Siguiendo la línea que dibujaba Dworkin hemos de analizar los talentos y en las ambiciones para convertir un juego en justo. A pesar de ello, si realmente tomamos en cuenta la voluntad de la comunidad de Fortnite no toparemos con demandas realmente de justicia. Lo lógico, tal y como lo plantea Dworkin, es que existiera una suerte de compensación – tanto para los talentos como para las ambiciones -, es algo que se probó, de hecho, para otros juegos de combate, donde jugabas siempre con personas de tu misma habilidad (en Call of Duty). Los y las gamers se volvieron locos: no podías arrasar al jugar.  Cuando Dworkin imagina la subasta que construye su mercado de opciones vitales lo diseña de igual manera que una partida de Fortnite: recursos – casi infinitos – en un mundo que se presupone la igualdad. No obstante, anuncia:

Ese proceder no muestra igual consideración por todos. Cualquier persona que se empobrezca a través de ese sistema tendrá derecho a preguntar: “Hay otros grupos de leyes, más regulatorias y redistributivas, que me pondrían en mejor posición. ¿Cómo puede el gobierno aducir que este sistema muestra igual consideración por mí?”. Decir que la gente debe responsabilizarse por su propio destino no es una respuesta. La gente no es responsable de gran parte de lo que determina su lugar en una economía de aquellas características. No es responsable de su dotación genética ni de su talento innato. No es responsable de la buena y mala suerte que tiene a lo largo de su vida.

Dada la condición competitiva de Fortnite, sabiendo la inexorabilidad de que te maten, es difícil que podamos afirmar que el resultado sea algo justo en sí mismo. Lo que podríamos pretender es que, tanto los jugadores como los elementos con los que se pertrechan sean provistos de manera más justa. Mientras tanto, lo que puede hacer Epic Games es asegurar una igualdad de posiciones y no de condiciones.

 
 
 

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