Del consentimiento al deseo: el escalón perdido

Breve ensayo sobre el caso de «La Manada» y el concepto del deseo en las relaciones entre los sexos y en la Justicia española.

El pasado jueves la justicia sentenció a la Manada a nueve años de prisión, considerando que lo ocurrido en los pasados San Fermines de 2016 no fue ni agresión sexual ni violación, sino abuso sexual; negando así que hubiese violencia o intimidación en el hecho de que cinco hombres se aprovechasen de la situación de embriaguez de una chica de 18 años para acosarla, acorralarla, violara y robarla -y mientras, grabarla.

Durante estos días se ha debatido mucho sobre la condena y la actuación de la justicia en este caso, pero a parte de todo también se han organizado diversas actuaciones por parte del movimiento feminista para mostrar apoyo a la víctima: desde las manifestaciones que se produjeron aquella misma tarde hasta una campaña en Twitter llamada #cuentalo; donde miles de chicas han compartido sus historias y experiencias entorno al abuso y acoso sexual.

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Dicha campaña alrededor de este hashtag ha abierto un debate muy importante sobre el consentimiento y el deseo; sobre la famosa frase del “no es no” y el intento de introducir el concepto de “solamente sí es sí”. ¿Pero a dónde lleva todo esto?

Si empezamos a debatir sobre el concepto y el significado del consentimiento ya podemos encontrar una brecha en el discurso entorno a él. Una de las definiciones que le da la Real Academia Española es “Permitir algo o condescender en que se haga”. Dicho significado nos tendría que hacer pensar bastante. A la hora de mantener relaciones sexuales, ¿una persona tiene que permitir a la otra hacer lo que le plazca? O en cambio, ¿ambas tienen que ser sujetos activos a la hora de desear y querer mantener uno u otro acto? ¿Por qué somos las mujeres las que consentimos y no las que deseamos, pintándonos así como objetos pasivos en la relación sexual? ¿Por qué en una relación heterosexual no se habla del hombre como quien consiente a lo que la mujer desea?

Hablar de consentimiento está bien a la hora de entender que en cualquier relación entre un hombre y una mujer se produce una relación de poder en la que ella está en desventaja. Por eso no nos sorprende, o no nos debería sorprender, las numerosas historias contadas por cientos de chicas en la red de como, en una relación sentimental o sexual, él se sobrepasó o ella tuvo que acabar cediendo para contentarle. No tiene que tratarse solamente de consentir, de permitir, sino de desear en igualdad de condiciones. De que nuestro consentimiento no se vea condicionado a factores externos como puede ser el miedo, la presión o simplemente el querer que te deje tranquila.

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Es en este punto en el que se abre el siguiente dilema: el famoso “No es no”. En una sociedad patriarcal como la que vivimos, es importante dejar claro este mensaje. Ante hombres que se toman los “no” como un “quizá”, que insisten hasta que cedes o que simplemente lo ignoran porque ponen su deseo por delante del tuyo (o que solo se detienen cuando les dices que tienes novio, porque nunca se te verá como sujeto activo en la relación sexual), es importante remarcar que “No es no”. ¿Pero qué sucede en el momento en el que no dices que no? La chica agredida por esos cinco hombres en San Fermín no dijo nunca que no, tal y como dice la sentencia y los acusados. ¿Consintió? ¿Deseaba? ¿O en el estado de shock y temor en el que se encontraba, sólo quería que pasase lo más rápido posible, temiendo por su integridad física? ¿Qué sucede con todos los hombres que se aprovechan de que vayamos borrachas para sobrepasarse y hacer lo que quieran con nosotras porque no somos conscientes o no llegamos a decir que no? ¿Qué pasa con todas las que han accedido a tener relaciones sexuales por el miedo de su posible reacción a una negativa? ¿O los “me duele la cabeza” que acaban con un “tómate un ibuprofeno y lo hacemos” o “no te preocupes, que haciéndolo se te pasa”?

Todos estos casos nos tienen que hacer posicionar aún más firmes con que no sólo «No es no», sino que solamente «Sí es sí». Y no un sí por presión, porque has sido un pesado o por otros factores, sino un sí con deseo.

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Muchas personas ya han empezado a hablar del peligro de dicha frase por la tergiversación que puede haber detrás, pero al igual que no vamos a negar la fuerza del “No es no”, aunque haya sido tergiversado por los abogados y magistrados (con que por ejemplo ella no dijo que no ergo consentía y no había sido violación), no tenemos que dejar de intentar que el mensaje de “solamente sí es sí” cale en la mente de la población.

@pochemucka_

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