Sois todos gilipollas
Me pregunto si este año también nos van a condenar las editoriales a tener que leer libros de mierda sobre cómo -no- funciona el mundo. Porque la verdad sea dicha, está para prenderle fuego y comenzar otro en una galaxia nueva. Pero no. Tan solo nos traen recetas precocinadas sobre cómo gestionarte tu propio caos, neoliberalismo existencial del guapo. Gestionar tus (poli)amor(es), tu soledad, la falta de amigos, de nómina, de una casa en la que poder encender la calefacción todo el invierno y también el gestionarte que gilipollas te sigan tomando el pelo año tras año. Desde los partidos políticos a los notas de turno de la izquierda -me meto con ellos porque son los míos, a la derecha tan solo le deseo las 7 plagas del apocalipsis y después todo lo peor- que van de sesudos intelectuales cuando utilizan los libros como pisapapeles. Claro que si son los suyos lo entiendo. Sí, me refiero a esos gilipollas. ¿Por qué coño alguien los escucha?
Ahora viene la parte que a nadie le gusta escuchar pero que tengo que decir porque realmente es lo más puto importante del texto: sois todos gilipollas. Y en sois me incluyo a mí, porque de momento no hablo en tercera persona, ni me creo Dios -aunque dadme tiempo porque ego, prepotencia y ganas no me faltan-. Sois todos gilipollas y solo os gusta hacer caso a gilipollas y en realidad todo esto ya lo sabéis, pero pasáis del tema porque es más fácil evadirnos de la realidad y tratar de escapar de ella -aunque siempre nos persiga- que afrontarla. Vivir es de valientes. Supongo que por eso dicen que todos llevamos muertos mucho tiempo ya. No fue a Dios a quien matamos como decía el maldito lunático de Nietzsche, sino que la humanidad se metió un tiro a bocajarro en los sesos. Y de aquellos polvos estos lodos y bla bla bla… o como diría Zizek, an so on…
Sois gilipollas. ¿Ha quedado claro? Sois gilipollas por vestir igual, comprar lo mismo, ser como el resto. Sois gilipollas porque no dejáis de repetir lo que dicen todos, hacer lo que hacen todos, joder ¡incluso cagáis como hacen todos! ¿Qué narices os pasa, colegas? ¿Vuestros padres no os querían? ¿Vuestros profesores no os trataron bien? ¿Vuestra novia/novio/lo que sea que tengas que te folles de vez en cuando -de verdad que me da igual lo empoderada/o que estés o cuántas ETS quieras coger, francamente querido me importa un bledo– os ha dejado? ¿No tenéis amigos? ¿Sentís que la vida os ha defraudado? ¿Tenéis un curro de mierda? ¿Sentís la imperiosa necesidad de tener hijos, pero no disponéis de los medios económicos necesarios, pareja o algún tonto útil para que haga de padre? ¿Hay algo dentro de vosotros que os dice que nunca en la vida vais a estar completos y arrastráis esa angustia existencial que os seca la boca y os marchita el corazón esperando que algún día se pase? Pues no lo hará. Bienvenidos al siglo XXI, el puto siglo de la infelicidad. De los infelices, de los malditos gilipollas como todos vosotros.
¿Aún no os escuece? Joder, tendré que apretar más en la herida. Sois pus, las heces de la sociedad, el vómito del mundo. No hay futuro, no hay esperanza. Por no existir, no hay ya ni infierno. Lo más parecido de un fuego eterno que existe son los infinitos niveles del Candy Crush. La banalidad reina, el petardismo se corona como la quintaesencia de este sistema putrefacto y descompuesto que solo sabe exprimir a los pobres hasta la extenuación y justificar a los ricos y tratar de comprenderlos, porque claro, ellos también han sufrido. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar a los otros? Nicole Kidman salía preciosa en esa peli, por cierto. En serio, ¿quiénes nos hemos creído nosotros para juzgar a las personas en vez de tratar de empatizar con ellas y comprenderlas? ¿Qué clase de ser humano abyecto trataría de juzgar a las personas por un código ético y valores con voluntad universal? ¿Es que no veis acaso que Hitler también sufría? Si lo hubiéramos entendido un poco más… Si sus padres le hubieran querido más… Si su primera novia no le hubiera dicho que era un enano cabrón acomplejado… Si la sociedad hubiera apreciado su pintura… Todo lo que necesitaba era que empatizásemos con su dolor para comprender por qué hizo lo que hizo. Bueno, necesitaba mucho amor y zamparse a Polonia también.
Veo que aun no os queda del todo claro. Lo volveré a repetir: S-O-I-S T-O-D-O-S G-I-L-I-P-O-L-L-A-S. Desde la mañana al anochecer. Desde que nacéis hasta que morís. No hay un día que pase sin que podáis olvidar que sois gilipollas y vuestra triste y miserable existencia no tiene sentido. Y además es patética; todos vosotros sois patéticos. Y lloráis, y os cagáis encima, y tenéis miedo, y pensáis que la normalidad es el escaparte de anormales en serie que se venden cual producto de marca blanca en ese matadero moderno llamado Tinder. Y le dais a match a la primera oportunidad que os sale, que os escucha, que os hace olvidar la vida de esclavos que tenéis, pero que luego la olvidáis en cuanto sale un nuevo producto con el firmware actualizado. Claro. Apuesta, apuesta, apuesta. Gana, gana, gana. Pero todos juegan, y nadie está contento, y todos quieren conseguir mejores resultados pero siguen haciendo la misma puta mierda de siempre.
Aquí supongo que os tendría que citar algo de Bauman -para acabar como una buena progre pero con ciertas dosis de acidez y humor- sobre la vida líquida, la imposibilidad de construir nada sólido -pero aún así es lo que la mayoría quiere-. La dificultad de la estabilidad emocional con el hiperconsumo de las personas y la adicción al romanticismo; lejos de erradicarse, se ha multiplicado y diversificado en portfolios amplios de amantes, de todo tipo de raza y género. Lo de distinta clase social es algo más difícil ya que el maldito bastardo de Marx se niega a dar su brazo a torcer y decir que todo aquello del motor de la historia y la lucha de clases es algo pasado de moda. Siguiendo con la línea del hipismo emocional también os hablaría de Fromm y como amar es un arte que se debe cultivar, que hay que aprender a querer, ya sabéis, a querer a Hitler a pesar de sus problemas, de ser un chico conflictivo y que siempre se andaba metiendo en líos. Hay que aprender a querer sus partes más oscuras, porque solo de entre las tinieblas puede salir la luz, bueno, y también la cámara de gas, pero eso es otra historia… Hay que saber dar amor infinito, para que lo pisen infinitamente. Hay que saber querer sin esperar nada a cambio, para que abusen y nos maltraten emocionalmente y lejos de huir nos dejemos chupar la sangre. Hay que querer. Joder, ¡hay que querer aunque sea a Hitler! ¡Hay que tener esperanza, aunque sea la de saber que acabarás en un tren sin luz, ni prácticamente aire deportado a Auschwitz!
Podéis seguir tratando de entender por qué los señoros de izquierdas son todos imbéciles -supongo que es porque no se pueden doblar lo suficiente como para poder chuparse su propia polla-, por qué tu ex, sí, esa de la que estaban tan enamorado te puso los cuernos con 3 tías porque ya sabes, necesitaba explorar su sexualidad -que tu exnovia sea una tía de mierda no quiere decir que todas las tías sean una mierda- o por qué no dejas de sentir ese vacío existencial que te consume pero lejos de ponerle solución te vas a comprar para ver si se te pasa. Eres gilipollas. Sois gilipollas. Somos gilipollas. Y si te quieres seguir engañando, autojustificánote y lo que es peor, justificar a los demás, no hay solución. Siéntate, espera. Sigue haciendo lo mismo, sigue sufriendo por lo mismo. Deja pasar el tiempo. Ya llegará la muerte. Si esto te parece bien deja de leer ahora, lo que viene no te conviene. ¿De verdad quieres seguir? Quedas advertido. Adelante.
Todos somos gilipollas. Todos. Por tanto nadie lo es. Por tanto lo somos todos. Total, ¿qué más da? La vida es absurda y patética, nadie sabe qué narices hace aquí. Es un grito desesperado en medio de la nada. La crueldad de nuestra existencia nos podría empujar a cuestionarnos todo tanto hasta el punto de tan solo querer matarnos por no encontrar sentido a nada. Y es aquí donde entra lo patético de la situación: ¿para qué suicidarse si podemos acabar en algún sitio aún peor que este, poner tanto empeño en algo para qué, si total va a acabar mal de todas formas? En el fondo, no podemos hacer otra cosa que estar aquí y ser absurdos, patéticos y ridículos. En eso reside gran parte de la verdad de la vida, en que no hay una gran verdad, en que no hay nada afuera que nos vaya a iluminar el camino y ver por fin todo claro.
La única luz fiable es la que te da Endesa a cambio de un sablazo importante. Nada tiene sentido. Y es maravilloso. Imaginaos si lo tuviese y hubiese algo más allá. Tendríamos que empatizar con Hitler, formaría parte de ese todo cósmico en el que cada acción buena, mala y regular guardaría sentido dentro del orden perpetuo. Pero de momento, a la espera de un nuevo Dios que nos tiranice a todos esto no es así. Nuestras vidas nos pertenecen y eso nos aterroriza. A Jesús lo clavaron en una puta cruz después de pegarle una paliza de muerte, dejarlo secar al sol y atravesarle el costado con una lanza. Los otros, imperio romano y tradición judía, formaban parte del plan divino, había que entenderlos, conocer sus pasados para comprender sus acciones presentes mejor. Cualquier cosa menos rebelarse ante la injusticia, ante un mundo de mierda que nos hace ser aún más gilipollas.
Dios está muerto -os hablo desde mi tradición occidental judeocristiana porque es la que conozco y habito en el mundo desde esta posición, y seamos sinceros, también para que se note que mis padres se gastaron una buena pasta en colegios de monjas-, el infierno está vacío y todos los demonios están aquí. Y son gilipollas. Y también como Dios está muerto, todo es posible, no existe el equilibrio. La vida es caos perpetuo, incomunicación, desesperación, pero al mismo tiempo también es libertad y elección. Podemos elegir ser lo gilipollas que queramos o no serlo para nada, decidir comprender a gente que solo nos buscará la ruina o comenzar a entender -y hacer entender al resto- que lejos de encajar nuestros relatos personales para justificar nuestras malas decisiones, podemos quedarnos con las acciones y no con el porno emocional que nos cuentan.
El mal es banal, tanto como los artículos de PlayGround y nuestras decisiones importan. Son las que nos hacen ubicarnos en el mundo y poder ser capaces de juzgar a los demás y determinar nuestra escala de valores, y poder ponerla en conjunto con el resto. Somos libres. De ser gilipollas. Mucho, poco o nada. Somos libres para decidir, para ser gilipollas y querer seguir comprendiendo al otro en vez de conseguir que no se nos suba a la chepa. Somos libres para comprender que lejos de que la nada que nos rodea nos paralice, nos debe mover. Si la nada es lo único real, ¿qué importa todo? Si todos somos nada, ¿qué más da? Lo contrario a la nada, es la existencia. La vida navega a la deriva en la nada. Y la vida se rebela contra la nada escogiendo su propio camino, el que nos hemos construido, el que hemos decidido. El absurdo libera. Somos gilipollas porque no tenemos otra forma de vivir que a través de las ficciones que nos construimos, de los mundos de Matrix que habitamos. Quizá la clave esté en ser real dentro del simulacro, en seguir siendo gilipollas y montarnos nuestras pelis, o en quemarlas todas, o en beber chupitos de Jagger y cerveza hasta perder la conciencia y rezar por no recuperarla jamás. O quizá en daros cuenta de que tenéis que ser muy gilipollas si habéis leído todo esto y no os habéis pegado un tiro en la boca.
En fin, sois todos g-i-l-i-p-o-l-l-a-s.
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