Opiniones de una payasa
Tengo 25 años y soy mujer, no sé realmente si es más putada lo primero que lo segundo. Existir es bastante difícil -más aún si eres pobre, joven y mujer-.
Además de todo lo anterior expuesto soy feminista y comunista, soy la oveja roja de la familia, la que no cree en dios y odia el matrimonio por ser una institución burguesa. Hago lo que puedo, como todo el mundo, supongo ¿no? Pero en estos últimos tiempos se me hace más cuesta arriba seguir siendo yo, esa mujer que le ha costado un cuarto de siglo prácticamente librarse de la validación masculina para poder actuar y pensar por ella misma. Así que aquí estoy, exponiendo mis traumas personales como forma de política radical, explicando por qué no acabo de dormir bien por las noches y por qué huyo de Twitter –sí, ese lugar donde ahora se hace la revolución, porque en la calle solo hay que vagabundos sin techo y desgraciados varios–. ¿Qué os podría decir más? ¿Qué tengo un curro de mierda y que la gran mayoría de tíos que han pasado por mi vida son unos capullos –y alguna que otra mujer también–, o que me preguntan sin parar qué narices quiero hacer con mi vida y les digo que estoy escribiendo una novela –y en ese momento recibo la típica mirada condescendiente que implica un “pobre ilusa, ya se le pasará” –, u os digo lo mucho que me gustaría poner una puta bomba en el Parlament y en la puerta de la Moncloa y ver como estallan en pedazos esos cerdos que nos desgobiernan y nos roban nuestro dinero, ilusiones y lo que es más importante, el tiempo de nuestras vidas? Quizá debería empezar a fumar porros, como muchos de los colegas del barrio, gente inteligente que decide echarse a perder porque asumir la realidad cotidiana les resulta demasiado traumático. No es mi caso, prefiero abrazar el existencialismo, leer y escribir hasta que se me consuma la vida, eso y soportar a imbéciles que predican sin dar ejemplo, y sin moverse en la realidad. Así que ya estáis enterados y enteradas –en este artículo se apoya el lenguaje inclusivo, aunque nos sigan matando y violando por mucho que hablemos en femenino– de lo que es mi vida, una puta mierda, pero una puta mierda que al menos puedo decorar a mi gusto.
Os quería hablar de por qué me quito la pulsera que llevo con la bandera LGTB antes de entrar al curro, pero si eso quizás otro día, cuando haya superado el resto de complejos y demonios que arrastro. También me gustaría contaros lo difícil que se me hace entablar conversación con la gente corriente, esa que te encuentras en la universidad o saliendo a tomar algo con amigos –no tan cercanos, pero si lo suficiente como para compartir una noche de un sábado en una pizzería italiana–. Me hablan de sus ligues en Tinder, de sus compras en Amazon y de cuál es su restaurante preferido en Glovo. Por cierto, no me pagan por decir estas marcas, no vaya a ser que algún iluminado ya esté pensando que servidora forma parte de la disidencia controlada por el sistema, puesto que hice un anuncio de Westworld con HBO hablando de feminismo. ¿De verdad pensáis que si me hubiese vendido al capital lo haría por cuatro miserables duros? La duda ya de por sí me resulta ofensiva. Ah sí, a lo que iba, me siento como el replicante de la peli de Blade Runner que se ha dado cuenta de que hay una falla en el sistema, que la realidad no es todo lo que ve ni lo que cree conocer. Supongo que muchas somos Alicia mirando a través del espejo sin saber exactamente qué hacer, viendo como el tiempo, cada vez más loco corre frenéticamente delante de nosotras. ¿Os he dicho que también me aburre el fútbol? Hace unos años llegué a aprender la alineación de la selección nacional de Qatar y los equipos de cuarta división Inglesa para gustarle a un tío. Exacto, sí, yo la feminista que odia a los hombres y que está dejando en ridículo a Karl Marx por ser una revisionista de mierda y hacer videos en youtube hablando sobre él, hace años se dedicó a saber de futbol para gustar a los demás. Quiero aclarar que los demás nunca se han dedicado a verse películas Pre-Code o cine francés de la Nouvelle Vague, ni a dignarse a hablar conmigo sobre Agnès Varda o Simone de Beauvoir. Pero yo de Brian Clough sí. Mierda, estoy exponiendo demasiado mi vida, no vaya a ser verdad que lo personal forja lo político. Mierda, las movidas posmos las dejamos para otra ocasión. Está bien, movidas postestructuralistas, no vaya a ser que luego me digáis que no sé diferenciar a Foucault de Derrida.
El otro día me comí el primer helado de la temporada, era de coco, estaba buenísimo; también violaron a una chica, a otra más. ¿Algo normal no? También salió la sentencia contra La manada, y las penas irrisorias de los violadores en grupo de una chavala que lo lleva pasando mal perseguida por los medios demasiado tiempo. Le preguntaron durante el juicio que si había disfrutado del sexo mientras la violaban. REPITO: que si había disfrutado mientras le perforaban todos los orificios posibles y se iban corriendo encima de ella, que si había disfrutado de ser un objeto pasivo de las perversidades de 5 tíos miserables. Pero eh, tranquilos que luego somos unas locas, que malinterpretamos las palabras de Marx y dividimos a la clase obrera. El problema es que hay gentuza dentro de nuestra misma clase que se alía con el opresor y no con el oprimido, que prefiere ser parte de la cadena de mando –aunque sea una puta hormiga en comparación con la reina– y tener su cuota de poder. Supongo que el sistema se basa en eso, en el mal y la banalidad, en que salga gratuito joderle la vida a una pobre chavala, a una persona que no ha hecho nada en su vida para merecerse esto mientras que el resto mira para otro lado, mientras que ese Guardia Civil y otro perteneciente al ejército siguen cobrando el 75% de su nómina siendo violadores, o que solo se le llame abuso a una violación en grupo. ¿Cómo queréis que no estemos rabiosas? O ciertos “compañeros” más preocupados por defender la ley de un Estado corrupto que usa ese mismo código para reprimir a todo aquel que no piense como él, pero que en el caso de los derechos de la mujer esa legalidad hay que respetarla a muerte. Mira tíos, que os jodan. Os diría que ojalá os violasen a vosotros, pero no voy a imprimir la rabia individualmente, sino que la organizo para echar abajo este sistema de mierda, y también de paso para dejar claro que nosotras estamos por delante de vosotros. Cuando hablo de nosotras no solo me refiero a las mujeres –sean más o menos feministas– sino a todo aquel que se sienta interpelado a luchar por un mundo mejor con conciencia feminista y obviamente acabando con las relaciones de producción capitalistas –primer responsable de que las mujeres no podamos sustentar el poder y transformarlo–.
Os podría decir que he perdido la fe en el ser humano, pero mentiría. Cada día creo más en nosotras y menos en ellos. Sinceramente me comen el coño todos los que hablan en nombre de la libertad, la igualdad y la justicia y solo buscan imponer su visión estrecha del mundo al resto, solo buscan sus 5 minutos de fama. Salimos millones el 8 de marzo, pidiendo un mundo más libre, más equitativo y feminista, hace nada, el 26 de abril lo hicimos de nuevo, por una sentencia criminal que persigue más a la víctima que a los culpables. Odio a toda aquella gente que siempre pospone la revolución a un futuro, que habla de crear un partido de vanguardia para guiar a la clase trabajadora, pero luego repudia a los de su propia clase, desconociendo sus condiciones de vida y no considera ninguno de los partidos actuales válidos para comenzar con el cambio. Que romantiza la revolución como si después de ella el mundo comenzase de 0, como si la gente que transforma el mundo no estuviese lastrada por una educación limitada, una visión del mundo escueta y unos traumas que se arrastran allá donde vayamos. En ese caso, agradezco que me llamen revisionista y poder seguir un día más peleando, escupiendo bilis por la boca por el mundo de mierda que nos ha tocado vivir pero siendo conscientes que cada día que pasa debemos de construir la alternativa, debemos de ser capaces de organizarnos aquí y ahora, afrontar nuestras contradicciones y aglutinar fuerzas, derrocar la hegemonía reaccionaria que nos impide pensar más allá y sumar poder. Mierda, que me decían últimamente que me dedicaba a hablar de feminismo porque quería distanciarme del marxismo, que ya estaba vendida y que dentro de poco acabaría escribiendo en Eldiario.es, pues bueno amigos, aquí estoy escribiendo en una revista de mierda, mis opiniones de mierda, acerca de un puñetero mundo de mierda. Pero el punk, el comunismo y el feminismo que nunca nos falten
Por Patricia Castro
Es el típico post que al tener una dosis de experiencias personales bastante alta se hacen difíciles de criticar, ya que siempre cabe la posibilidad de que el autor entienda mal el comentario y se piense que estas valorando esas experiencias aunque no sea para nada tu intención. Intentaré hacerlo lo mejor posible, y si en algún momento se interpreta algo así mis disculpas, no es para nada mi intención y intentaré explicarme lo suficientemente bien como para que no se me pueda malinterpretar.
Lo de entablar conversación en las circunstancias que tu comentas (colegas pero no amigos y conversaciones grupales) creo que se puede deber más a otras circunstancias que no a que se trate de gente plana con poca profundidad. Igual te he entendido mal y tampoco era eso lo que querías expresar, pero bueno, yo sigo igual. Me explico, creo que en ese tipo de contextos la gente no se siente lo suficientemente segura para profundizar en temas más serios o existenciales, tocar según que temas es exponerse, y uno tiene que sentirse muy seguro para hablar con sinceridad de algo que cree que le expone. Al menos a mi me pasa, y es evidente que mis experiencias son mis sesgos y que igual estos me pueden llevar a pensar que es algo más general de lo que realmente es, pero yo hay poca gente con la que tenga conversaciones profundas y en los que me ponga más existencialista, por decirlo de alguna manera, más que nada por falta de confianza. Esos temas de conversación que mencionas son banales, pero también son seguros, no te exponen.
Con esto lo que quiero decir es que creo que igual la imagen que tienes de que la mayoría de la gente se deja llevar por el sistema y no profundiza en si mismo podría no ser del todo cierta. Sí, es cierto que el sistema nos guía por un camino y que en ese camino no esta programado que te leas a según quién, pero todo el mundo tiene su yo existencialista, pero una cosa es tenerlo y otra exponerlo en según que ámbitos y situaciones.
Ahora llegamos a la parte del feminismo, que creo que es absolutamente necesario ya que vivimos en un mundo que viene de donde viene y que todavía tiene mucho camino que recorrer para llegar al destino final (la igualdad real). Dicho esto, creo que para convencer a esa gente que es reactiva a ciertos postulados feministas a veces hace falta algo más de empatia, ya que hay ciertas situaciones hacen más complicado que ese mensaje cale de una manera más hegemonica. Y no lo digo por nadie en particular, y también se que no soy nadie para pedir a nadie que module su discurso en base a noseque teoría mía, es solo una reflexión escrita y general sin más.
Me explico, un colectivo puede tener más privilegios que otro (lo que no significa que sea privilegiado), pero las partes de ese colectivo como entes individuales no se sienten responsables de ese agravio que tiene un origen histórico. Y en estos casos frases como «tengo más fe en ellas que ellos» o generalidades como «la mayoría de tíos son unos capullos» según que lector las vea las puede entender como una acusación general en el que el emisor del mensaje le incluye al pertenecer él a ese colectivo. ¿Pasa algo porque esa persona se sienta molesta por algo? No, que se joda. El tema esta en que esa sensación negativa hace más complicado que luego el mensaje de fondo cale, ya que pone al receptor del mensaje a la defensiva (y no hay nada más complicado que convencer a alguien que esta a la defensiva).
Y esto no solo pasa con este tema, sino que pasa con la mayoría de ellos, lo que sucede es que al ser un tema tan susceptible a emociones y tan caliente hoy en día muchas veces acaba pesando más eso que el fondo. La típica conversación entre un grupo de amigas o uno de amigos donde se dicen generalidades como «todos los tíos son iguales/unos capullos» o «todas las tías son igual de complicadas» se enmarcan en un contexto más banal y por eso no generan esas reacciones, pero cuando estas cosas se dicen en medio de temas más serios generan que se entre al debate con unas emociones que no favorecen el entendimiento de la otra parte, creo.
Al fin y al cabo el ser humano se involucra más en aquello que le toca más de cerca. Si algo te toca de cerca estas dispuesto a luchar por ello aunque tengas que pagar contrapartidas por ello, pero si te es algo más lejano a la que no te sientes «100% seguro», integrado o empiezas a ver las contrapartidas tiendes a echarte para atrás. Puede parecer crudo, pero creo que la realidad lo es. Y da igual que tema toquemos, si feminismo, racismo, nacionalismo, economía, creo que esta es una regla que vale para casi cualquier tema.
Y perdón por el tostón, pero voy a tocar un último tema, el de los puristas de la izquierda. Aquí has tocado dos cosas que me parecen interesantes, el primero es el de los que a la mínima discrepancia ya tachan a alguien de revisionista o de pseudoderechista. Yo creo que aquí hay tanta sociología como ideología, y es que ese perfil de persona creo que no concibe que haya gente de buena voluntad con ideas ajenas a las suyas o por sectarismo o porque se cree más inteligente que los demás. A mi tiende a ser un prototipo de persona que me cae rematadamente mal, no lo voy a negar, pero creo que en general el problema trasciende a lo ideológico, el problema radica en que esa gente se piensa que si alguien no esta de acuerdo con él solo hay dos alternativas, o es un imbécil o un cabrón.
También has dicho que hay gente que se dice de izquierdas y luego no hace nada para cambiar las cosas. Sinceramente, nose a lo que te referías tu, pero es muy habitual leer por twitter a gente juzgando a otra gente por hacer cosas que no entrarían en el «manual de buenas prácticas de una persona de izquierdas», y la verdad es que me chirría bastante. Sí, es cierto, a veces la gente se mueve (o nos movemos) poco, pero yo tampoco me atrevo a juzgar con la dureza que lo hacen algunos a esa persona que se compra algo en un centro comercial el 1 de Mayo, o a esa persona que twittea mucho y luego no pisa una mani. Cada uno es hijo de su contexto y de sus experiencias, y yo entiendo a esa gente que no se mueve por falta de motivación o esperanza, o a esa persona que después de estar toda la semana currando el finde quiere desconectar y no quiere saber nada sobre política o reivindicaciones, simplemente porque esta cansada y su cabeza necesita reposo.
Y me despido ya. Como he dicho al principio si ha dado la impresión de que me metía a valorar experiencias personales contadas en el post lo lamento, no era mi intención, solo quería usarlas de introducción para soltar el tostón que quería soltar después.
Nos mola tu estilo, vente con nosotros a hacer unas birras y escribe para DVyP 😉
Pues no me importaría escribir algo sobre algunas cosas de las que tengo información curiosa por diversas circunstancias de la vida. Podría buscarte en TW y comentarte alguna idea para ver si te interesaría (aunque no tiene relación con nada de lo que he comentado aquí ahora).
Aunque debo avisar de que yo no soy experto en nada, ni politólogo (por los temas que tocáis por aquí me imagino que habrá más de uno) ni na. Yo hablo desde mi barra de bar.
Enviame un mensaje a @pau_loga_ y hablamos del tema!
No puedo estar más de acuerdo en todo. Cuántas verdades y qué bien expresadas, en el contenido y en las formas. La empatía es un bien escasísimo en nuestros días, y es la clave para cambiar las cosas. En cuestiones como las que apuntas (feminismo o el purismo de izquierdas), se detecta también, al margen de convicciones personales puras, cierto postureo y ganas de sentir la aprobación del colectivo.
Yo, como hombre, llevo toda la vida escuchando a conocidos, e incluso a algún amigo, soltando la frase de «todas las tías son unas putas». Siempre me resultó complicado saber exactamente a qué se referían (si es que eran unas arpías que se regodeaban en putear a los hombres o se referían más bien a que todas eran promiscuas). En cualquier caso, la frase me parecía un claro indicador de gente llena de frustraciones o, en el mejor de los casos, ignorantes carentes de empatía. «Fracasados», al fin y al cabo. Hoy en día se escucha mucho aquello de que «todos los hombres son…», y vaya si no hay motivos para pensarlo, pero he de decir que a veces no puedo evitar sentirme, si no atacado, sí decepcionado de ese uso injusto de la generalización. Si manifestase esta decepción en público se me aclararía que «no tendría por qué darme por aludido», pero lo cierto es que a esa misma gente jamás se les pasaría por la cabeza decir que «los inmigrantes son todos unos ladrones», pero si se hace con según qué colectivos, parece que hay barra libre. En fin, sé que esto es bastante controvertido, pero así es como lo siento a veces. Desde luego, no siento ningún orgullo especial por ser hombre, pero me duelen los excesos verbales y los dobles raseros.
En fin, que en mi opinión, cayendo en formas excesivas y combativas a la hora de reivindicar una causa, por muy convencida/o que se esté de ella, todos sabemos que el resultado es, casi siempre, la confrontación y no la pedagogía. Y quizá te ganes el aplauso de los/as tuyos/as, pero el auténtico reto es cambiar la mentalidad y contibuir a una sociedad mejor.
Perdón por la parrafada, y espero no haber enrevesado mucho las ideas 🙂
Capullo, discrepo en todo con vos, porque ni siquiera sabés donde estás parada.
Creo que estás totalmente desubicada, y es por falta de educación, tanto en ciencias duras como en educación enciclopédica.
Dicho sin vueltas, sos una ignorante que ni siquiera sabe lo que es el fracasado marxismo ni lo que significa. Un verdadero ano contra natura.
Ahora que nos conocemos más, me parece justo que te hable algo de mí.
Nací en un conventillo, éramos cinco en una pieza, y un baño compartido con tres familias.
Como te darás cuenta por mis aprontes, la vine peleando de atrás.
Simplemente que me di cuenta desde pichón, que sobre mis hombros descansaba la máquina más poderosa del universo, y era gratis su uso.
Es la misma máquina de que disponés vos, simplemente que hay que dominarla y usarla.
Hoy día, soy algo ermitaño, con aprontes de anacoreta, pero sin oración ni penitencia.
Sin embargo, según parece, con una formación muy por arriba de tu imaginación. Lo que nos pone en distintos planos de visiones y vivencias.
Bastante irreductibles según creo.
Cuando tenía treinta y pico, decidí que el trabajo asalariado o cualquier otro, en el que alguien por medio de un pago pretendiera disponer de mi tiempo, no era algo admisible por mí.
Mi educación y preparación no lo podían soportar.
Nada es más valioso que el tiempo de uno, salvo los quereres de cada uno.
Decidí convertirme en un bribon, con códigos por supuesto. Mi sensibilidad no admitía menos que eso.
Menos de diez años después, tenía lo suficiente para dejar de trabajar y dedicarme a vivir del resto de la sociedad.
Hoy día, bastantes años después sigo asiéndolo. Me refiero a no tener necesidad de trabajar, ni depender de nadie en particular.
Pero ya dejé de ejercer como bribón. Aunque creo que nunca dejaré de serlo.
Tengo todo lo que necesito y no quiero más. La búsqueda del poder y el dinero, esclavizan.
Soy socialista capitalista, y comprendí porqué el Capitalismo es el mejor sistema socio económico que existe.
Simplemente porque es el que mejor representa la naturaleza humana, si no, mirá a tu alrededor.
¿Te diste cuenta que no lo inventó nadie?, solo fue hijo del progreso tecnológico generado por los ingenieros, loados estos sean.
A diferencia del marxismo que lo inventaron los hombres, pretendiendo oponerse a la naturaleza humana, y así les fue.
¿Sabés que Marx, que se lo vivió a Engels, que era el que sabía, jamás pisó una fabrica ni trabajó?
¿Sabés que ni siquiera escribió el Das Kapital?
Solo esbozó el primer capítulo, y el resto lo escribió Engels?, al que además le endosó un hijo extra matrimonial.
Marx, simplemente, fue un cerdo. Y no quieras saber lo que opinaba de la función de la mujer en la sociedad.
Los marxistas, se llevaron puestos a más de 100 millones de personas, y hundieron en la miseria a otros tantos.
Además dejaron como herencia a sus nefastos descendientes, los fascismos.
Antes de discutir esto, te sugiero que agarrés los libros, que no muerden.
Saludos.
¨rubenardosain.wordpress.com¨