Reseña sobre el libro de Martin Smith: John Coltrane. Jazz, Racismo y Resistencia.

«Cuando un músico Negro coge su instrumento y empieza a soplar, improvisa, crea; sale de su interior. Es su alma. El jazz es el único espacio de Estados Unidos en el hombre Negro puede crear libremente»

Malcom X

Para un inculto musical, como lo soy yo, a veces la música no solo nos entra por los oídos. Necesitamos que nos llegue por otro lado, para poder entender el conjunto de notas, canciones y álbumes que conforman la trayectoria de un artista. Es el caso de Coltrane. Si bien no sabría explicar cuando surgió en mi esta curiosidad por el jazz, sí que sé que canción lo hizo: In a Sentimental Mood.

Este verano cayó en mis manos, gracias a Amazon, una biografía de Coltrane enfocada desde una óptica histórica, poniendo de relieve lo que fue el jazz en la Resistencia negra de los años 50-60-70. Y como esta lucha determinó los movimientos políticos, pero también musicales, de nuestra época, tales como el hip-hop, el rap y la música de protesta en general en Estados Unidos. La relevancia de esta obra, se aprecia desde el principio, se debe a que no articula la música de Coltrane desde su yo y su saxo, pone en contexto al artista.

«En primera instancia el arte debería ser juzgado por sus propias leyes, es decir, por las leyes artísticas. Pero sólo el marxismo es capaz de explicar porqué y cómo una tendencia artística determinada ha aparecido en un momento concreto de la Historia»

Leon Trotsky

El objetivo central de la obra es descubrir la influencia del racismo en la creación musical de Coltrane y de sus contemporáneos. La grandeza del jazz, dice Smith, es que se está convirtiendo en la música clásica de América, y su grandeza no viene dada por el esnobismo europeo de los 60-70, ni de la apropiación blanca del mismo; su grandeza se explica fundamentalmente gracias al ímpetu negro para hacerlo encajar, crecer y desarrollarse. Otro genio del jazz, Duke Ellington (que ahora ha recuperado Netflix con Big Mouth) era miembro del Partido Comunista. De hecho, si revisáramos a Hegel, nos daríamos cuenta de la inmensidad de las palabras de Tyner, el pianista de Coltrane:

«Como la sociedad cree que los Negros son inferiores, cualquier persona Negra que crea algo bonito y artístico está desafiando estos prejuicios. Por definición, el jazz es contrario a todas las formas de opresión»

McCoy Tyner

Smith apunta la estrecha relación entre el hedonismo fruto de la Ley Seca, la expansión industrial y el jazz. Pero no fue hasta la Primera Guerra Mundial cuando el éxodo rural en USA trajo Negros a las ciudades y a los núcleos industriales, cuando dicha población tuvo que adaptarse al tejido productivo americano, de 1910 a 1919 el número de negros en capitales del Norte pasó de unos pocos miles a más de Millón y medio. Por tanto, cuando hablamos de jazz, hemos de entender que se trata de un producto urbano fruto de una proletización de las comunidades racializadas en el Norte industrial.

Coltrane era hijo de la clase trabajadora, de la misma clase que poblaba los fervientes núcleos de los que hablábamos más arriba, pero una clase trabajadora con raíces aún rurales y con un gusto familiar por la música. En aquella época, tener padres negros, que sabían tocar instrumentos y con raíces rurales, significaba estar en íntima relación con la religión. La familia de Coltrane era metodista y políticamente activa.  Su abuelo era seguidor y militante del nacionalismo Negro.

El nacimiento de Coltrane fue prácticamente coincidente con el del Cotton Club, el epicentro del jazz. La madurez de Coltrane coincidió, también con el apogeo del swing o también conocido como hot-jazz y la radio había llegado a todos los rincones del país. A su par, la conflictividad obrera aumentaba exponencialmente por la existencia de nuevos grupos racistas, además del ya conocido KKK, que acompañaban al nazismo y fascismo europeo. Organizaciones como el CIO o el CPUSA (Partido Comunista) llevaron a cabo manifestaciones y frenaron el auge del fascismo en el seno del obrerismo industrial. En este apartado, deberíamos citar, sin dudarlo un segundo a Billie Holiday, que puso música al poema más crudo de denuncia de la segregación racial: Strange Fruit.

Lo que proyectó verdaderamente al estrellazgo a Coltrane y a los músicos de jazz en general fue una versión renovada del género: el Bebop. Esta nueva onda venía de la mano de la Segunda Guerra Mundial y de una vuelta de tuerca mayor al industrialismo americano. Aquí aparecieron los grandes: Miles Davis, Charlie Parker, Amstrong o Hodges. A pesar de su adicción a la heroína y a otras drogas, Coltrane reinventó el jazz adaptándolo al momento, sin abandonar un toque político «camuflado», se asoció con genios de su talla Davis o Monk.

Su apogeo musical fue con A Love Supreme en 1964. Un álbum que trazaba una aproximación religiosa y más espiritual del género humano. Como él mismo diría: «creo en todas las religiones», pero no por un pensamiento ligado a la religiosidad sino por la concepción subversiva que había mamado en casa fruto de la religión.

Algo innato a cualquier movimiento popular y original es la apropiación cultural. Lo analiza muy bien Bourdieu cuando habla de habitus. En el caso del jazz fue una apropiación clasista pero sobretodo racial: los músicos adinerados y blancos, debido a la relevancia del jazz, se sumaban al rebufo que tenía dentro de la nueva clase obrera producto del industrialismo. Además de esta apropiación, que si fuera respetuosa sería aceptable, lo que pretendían estos músicos blancos era arrebatarle al jazz las raíces que lo hacían tan singular, las raíces de la segregación y del empoderamiento. El esnobismo blanco y adinerado, encarnado en figuras como Brubeck, querían «Clasisizar el jazz», hacer música de pijos-progres. Por eso muchos músicos que en un principio formaban parte del mismo germen de esta «renovación», como Davis, renegaron de este nuevo subgénero al que llamaban cool.

Esta contestación y la vindicación de sus raíces fueron el germen del moviento avant garde. Su himno: A Love Supreme. Si bien podemos analizarlo desde el punto de vista religioso, el momento y el personaje nos indican que lo más indicado es hacer un análisis histórico-político: en plena lucha contra los derechos civiles, la aparición de un tema así durante boicots y acciones en contra de la segregación no es algo casual o baladí. Igual que la música gospel, la obra maestra de Coltrane, es un canto contra la opresión y por el empoderamiento de sus hermanos. Un himno que inaugurará la corriente avant garde cuya virtud será la ausencia de normas en la interpretación, la comunión de músicos en torno a una voluntad común y poderosa: la creación musical. Una forma de entender la música muy política.

Es casi de película que con la muerte del jazz de Coltrane se acabase la combatividad obrera y racial de los Black Panters, una historia y un sentimiento que vale la pena recuperar; sin estos, nos sería imposible entender la crisis americana sobre la gestión de la guetización de la comunidad negra, empeorada con la aplicación de medidas de capitalismo salvaje por la incapacidad de tener seguros techo, trabajo ni pan.

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