50 formas de vivir en las sombras

Tercera semana de febrero: miércoles día 14 y en los cines tenemos el último film de la saga soft-porn del momento, 50 sombras liberadas.

Hablar de esto seria aterrador, hablar de esto parecería absurdo y hasta cierto punto una estrategia de márqueting absurda. Pero esta saga ha roto esquemas desde el 2011 con la publicación de los libros, y su llegada a la gran pantalla ha revolucionado lo justo para que me generase curiosidad.

Y no, no la miréis. La famosa saga 50 sombras no deja de ser la simple historia de cenicienta –chica pobre conoce a chico rico, se enamoran, sufren juntos y el destino les regala vivir felices para siempre–, con un toque especial: este príncipe tiene gustos peculiares y un pasado más allá de su éxito financiero. A nuestro príncipe, a nuestro empresario de ensueño, Christian Grey, le gustan los contratos, le gusta poseer, dominar, controlar. Y a nuestra chica, Anastasia Steele, le genera tal curiosidad y deseo que decide embarcarse en esa loca aventura que llamaremos tener una relación sexo-afectiva, por decirlo de alguna manera. Sorpresa: ahí empiezan todos los problemas. Se pelean, se apartan, sufren por su amor –vamos a llamarlo así. La saga da vueltas a esta estructura con un único fin, mostrarnos que existe el amor y que aunque el destino nos putee, siempre habrá espacio para el perdón: el amor todo lo cura, no?

Pues mi versión de 16 años así lo aprendió. Con tantos cuentos Disney, llego esta fabulosa saga a mi vida: pasando de mano en mano en el instituto, siendo comentada en los pasillos y curioseada en los vestuarios. Rompió el tabú del sexo entre y del BDSM, y dio espacio a que algunas formularan su fascinación por el mundo de las esposas, plumas y cuerdas. Pero no solo rompió un tabú, sino que también reafirmo la creencia en el amor romántico: en creer que por amor todo se perdona, que el control es una forma de demostrar el cariño, y que aunque te resistas, tu destino es él. Y no, no es así y parafraseando una vieja canción: no, no es amor, lo que nosotras vimos se llama obsesión. «Ojalá ser Ana» «Yo también quiero un Christian Grey en mi vida» «Jo, qué envidia me da» «Qué hombre» y muchas más que se escuchan en los cines, se leen por internet… Pues la verdad, yo fui Anastasia y ni ganas de serlo otra vez.

Ser para él, vivir para él, no es un gesto romántico es olvidarse, es desposeerse de la condición de persona y pasar a ser un complemento, un objeto a su uso y gusto. Somos cosificadas, automatizadas, por y para el amor. Ese amor que te anula, te somete, te controla, te suprime de la realidad imperante para vivir en otra realidad. Y cuando ese amor, se rompe: tú te rompes con él. Lloras, sufres, te desmoronas y piensas que después de todo esto, como el destino te ha prometido, él volverá a ti. Mejor dicho, a por ti. Y tú, aún pensando que has vivido el peor momento de tu vida, le perdonarás y le pedirás mil veces perdón. Y cuando te mire el móvil, no le dirás nada; y cuando te diga que lo abandonas y que no le quieres al planear una tarde con amigas, te quedarás a su lado a demostrarle que no es verdad; y cuando te diga que vistes demasiado provocativa, te cambiarás para no molestarle; y así seguirás, disminuyendo cada vez más para que él pueda verse, para que él sea tu vida y tu no tengas vida. Y justo en el momento que te plantees «por qué siempre va él antes que yo?«, te darás cuenta de todas las cosas que aprendiste y asumiste por amor. Verás que tu vida por amor, ha dejado de ser TU vida y que tus deseos, tus miedos, tus amigos, tu mundo, ha desaparecido.

Anastasia Steele, perdón, Anastasia Grey tuvo un final feliz verdad? Su mundo cambió y ella con el mundo. Pero en la realidad, tu no cambias: tu desapareces. Y un día te despiertas, como si de un sueño se tratase. Puede que por la suma de actitudes o puede que sea por llegar a un extremo: un ojo morado, una violación de tu pareja, una amenaza de muerte… 50 sombras no deja de mostrarnos una fantasía rodeada de aquello que más podemos temer del patriarcado, y que en nuestro mundo real termina de las peor forma para nosotras. Consumir este tipo de cultura nos hacer soñar con ser Ana, nos hacer considerar románticas relaciones abusivas como fueron la de Frida Kahlo y Diego Rivera, y nos hacer encontrar muestras de cariño en el control, la dominación y la posesión. 50 sombras, Anastasia y Christian Grey, no dejan normalizar un mundo que no esta hecho para nosotras y que se rige por nuestra explotación.

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