Errejón en la sombra: convergencias en la izquierda española

La victoria del posibilismo errejonista dentro de Podemos puede ser la tumba política definitiva para la formación morada.

El objetivo según Errejón y sus próximos como Jorge Moruno es “dirigir”, “sostener”, “empujar” y “acompañar” al nuevo gobierno socialista, por mucho que el partido se encuentre ahora mismo en una posición totalmente subalterna y desventajosa para dicha misión. Esta estrategia es lo que Errejón llama concretamente la «competencia virtuosa». Sostengo, que convertirse en el vasallo del PSOE en estos momentos es una estrategia suicida. Paradójicamente, teniendo en cuenta el recelo que tuvo Errejón con la confluencia con IU, éste parece querer convertir a su formación en esta última, pero en la IU de Llamazares en 2004.

Llamazares reprodujo muy bien el rol de “acompañante” de esas “políticas de cambio” hasta dejar al partido al borde de la desaparición. Viendo que el gobierno de Sánchez no es más que una vuelta al zapaterismo y a las tesis socioliberales de la tercera vía el símil me parece bastante oportuno. En aquel momento la gran ilusión despertada por Zapatero se cosechó en las guerras culturales (derechos civiles, feminismo, LGTB, estilos de vida, etc.) al mismo tiempo que se olvidó de la redistribución y de darle un nuevo rumbo a las políticas económicas.

El posmarxismo errejonista se encuentra cómodo, con un PSOE así, pues las tesis más transversalistas-laclaunianas dan una mayor importancia a la superestructura que a la infraestructura para el cambio político, a esa victoria previa de los significantes. Los errejonistas hablan de “anticiparse”, de proponer antes que lo hagan los socialistas. De ahí que se le exija al PSOE la derogación de la ley mordaza, más feminismo, la revalorización de las pensiones y más caña con la memoria histórica, que, como recuerda Esteban Hernández, son las únicas políticas de izquierdas que pueden hacer los socialistas. Si las llegan a implementar dejarían a un Podemos, desvinculado de la mayor parte de las reivindicaciones materiales y estructurales, sin poder ser la «alternativa». Subyugarse ante los cambios culturales socialistas implicará que en los nuevos comicios los electores deban escoger entre la copia (Podemos) y el original (PSOE).

Por otra parte, las tesis conflictualistas de Iglesias ante un gobierno, que mal que nos pese, ha traído una nueva ola de ilusión para mucha gente en una era post-Rajoy tampoco puede funcionar. En eso estoy de acuerdo con Moruno, no se trata de desenmascarar a nadie. Ser el pitufo gruñón cuando se genera un aire de cambio subjetivamente y genuinamente sentido por capas importantes de la sociedad te convierte en un miserable cantamañanas del que nadie quiere saber nada.

Lo que yo propondría es que lo mejor de cada tesis converja. “Acompañar” en lo mejor de las demandas culturales al gobierno socialista y batallarlo ferozmente en su ortodoxia económica, su subyugación a las políticas de la oferta, del déficit y de la deuda. Demostrar que la izquierda y la derecha no son los mismo en términos económicos, que claro que hay alternativa. A fin de cuentas debemos recordar que si la socialdemocracia casi desaparece del panorama europeo es justamente por aceptar esas tesis socioliberales, con las cuales se convertían en indistinguibles de la derecha salvo en las políticas de identidad. La gente está harta de circo y teatro posgramsciano y quiere soluciones para sus problemas materiales cotidianos: la precariedad, los derechos laborales, la desigualdad, un acceso igualitario a los servicios públicos, la pobreza, el acceso a una vivienda digna a la vuelta de un nuevo ciclo hipotecario, la pobreza energética, etc.

 

La desprotección frente a la pauperización de los soportes materiales de vida es algo que la nueva derecha internacional, para deshonra de muchos, ha entendido mucho mejor con sus propuestas proteccionistas y su juego nacionalista. Mientras tanto la supuesta izquierda radical no puede más que construir una idea de patria abstracta para la mayoría, al no poder pronunciar el nombre del país ni enarbolar su bandera, por razones históricas que todos conocemos.

Y nadie conquistará los corazones, y menos los estómagos, de los parias de la tierra batallándole al PSOE la corrección política: cabalgatas inclusivas, municipalismo, bicicletas y semáforos gay-friendly.

Por Aldo Rubert.
[Foto: Agencia EFE]

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