7 notas del primer amor (S. Beckett)

Comentario a la novela de Samuel Beckett «Primer amor» (1946).

Me veo en la obligación de escribir sobre este relato de Beckett; creo en que su desconocimiento es una derrota. Traerlo para ejemplificar la existencia, el habitar. Comprender nuestro paso diario por el terrorismo político. El texto puede ayudar a cierta libertad o puede que, simplemente, me haya gustado.

1- No puedo decir que me haya cansado de todo, de los días, del trabajo. No puedo decir que no quiera hacer deporte, estar en casa o salir de ella. No podría decir que mañana voy a ir a comprar el pan o a arreglar mi coche, tampoco que vaya a lavarlo. Nada, absolutamente nada, de lo mundano tiene sentido. Diría nuestro joven de veincinco años “Todo pudo suceder de otra manera, pero a quién le importa cómo ocurren las cosas siempre y cuando ocurran”. 

2- El tiempo no puede ser más que un acuerdo entre varias personas. Respecto al tiempo, todas las emociones suponen modificaciones. Levantarte por las mañanas, según que animo, puede ser un verdadero acto heroico“Pero una cosa es la estación para dejar huella, otra la de los cambios de aire y cielo, y otra muy distinta la del corazón”. ¿Qué diferencia habría entre un amor de invierno o una despedida en el verano? 

3- “Me molestaba en exceso, aun con su ausencia. De hecho todavía me molesta, pero no más que entonces.” La razón desaparece allí donde se ha plantado el amor. Aun en una vida de lo absurdo, aparece un motivo. Hoy, que nuestras vidas son toda estrategia, todo programado. Lo romántico es un accidente. Cabe en nosotros aceptar la “molestia” o abandonarla al estilo La La Land. La idea de desterrar el amor está vigente. Claro, para ese destierro primero hay que politizarlo, traerlo aquí. Hablar de lo conocido. Deconstruir significa, en esta época, invadir. También diría el joven: “Lo que recibe el nombre de amor es un destierro con una que otra tarjeta postal desde la tierra natal, esa es mi respetable opinión, hoy en la tarde”

4- Viene, nos atraviesa y destruye cualquier construcción que nos hayamos hecho. La nueva obsesión por la desconstrucción es la huida de la que siempre ha habido. Allí donde los sentimientos viven, calla la razón. Lo terrible de nuestro tiempo es demostrarnos irreconocibles con nosotros mismos. Desconocernos es el primer paso para nuestra habitar. Desconocernos se muestra como el primer paso para romper con nuestro esquema. Bailar sobre el dolor, sobre el terror de sentir. Bailar en la sombra donde todo calla. Carecer de faro guía. Dejar de ser para poder no ser el mismo. “Uno ya no es uno mismo en ocasiones así y es doloroso no ser uno mismo, aún más doloroso que cuando uno lo es”

5- Cabe destacar el poco apego que tiene el protagonista. Quizás, con un tono más irónico, nos recuerda aquel extranjero que no sabe cómo funciona lo normativo. Con ello anhela el dolor, lo atractivo de él. La estancia constante en la depresión, la trampa de lo depresivo. Lo exótico de cada rincón de nuestro circo diario. “Ser sólo dolor, eso sí que facilitaría las cosas. ¡Omnidoliente! Vaya un sueño impío”. Construir un rival, donde vivamos, que pueda permitirnos un mañana. Saber estar solo, cuándo estarlo. Allí, donde él no anhela compañía encuentra un sentido y se cabrea cuando aparece: “El amor hace surgir lo peor del hombre y sin errores”. Despreocuparnos por lo que aparece, aceptarlo. También él conoce el desnudo al que nos asomamos al sentir.

6- “Como están las cosas, suficiente tengo con tratar de decir lo que creo saber”. Aceptar que allí todo es desconocido. Aceptar el viaje, sin guía alguna, por despiadado que parezca. Desconocer, desligarse de lo “científico” volver al poeta. Aprehender lo inexplicable, lo silencioso. Aceptar lo callado, lo oculto. Ir al amor, abrazarlo. Aun sin estrategia, pese a no tenerla. Callar, porque el silencio habla. Dejar que hable el corazón, el cuerpo, no la cabeza. Se pregunta a sí mismo: “es con el corazón que uno quiere, ¿no es así? o, ¿acaso lo estoy confundiendo todo”.

7- Huir, no de las emociones, de la vida. Si la decisión fuese la opuesta, nunca pararíamos. Desligarnos del tiempo interno es movernos constantemente. Alguien decía que andar ayuda a equiparar velocidades, la de la cabeza y la del cuerpo. Aceptar que también podemos estar quietos, abrazar la quietud. Quedarnos en ella, por precaución. Cesar esa huida que también castiga al protagonista: “Pero eso sí, si me detenía los volvía a escuchar, cada vez menos he de admitirlo, pero qué importa, menos o más, un grito es un grito y lo único que importa es que cese. Por años pensé que cesarían los gritos. Ahora ya perdí las esperanzas. Podría haberme conseguido amantes tal vez, pero así es la cosa, uno ama o no ama y punto.” Amar por castigo, aceptarlo.

Por @Puertos33 

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