El Becario, ideología capitalista y neoliberalismo
El Becario (2015) es un elogio, una oda a la ideología neoliberal en su estado más desbocado, amenizada con la sonrisa de plástico de Anne Hathaway.
El Becario es una película que relata la situación de un hombre mayor que tras su jubilación y la muerte de su mujer se siente vacío. No sabe que hacer con su existencia tras el abandono de su puesto de trabajo que le había mantenido ocupado y entretenido durante años. Su vida está tan vacía que decide apuntarse a un programa de empleo para personas mayores de 65 años en Nueva York. Una de las tantas start-up que dominan la producción y la economía de USA se aventura a contratar personas a través de esta política de empleo. No lo hacen de manera altruista, todo sea dicho. Lo hacen por una serie de beneficios fiscales y de reproducción del conocimiento, así como las posibilidades de aprovechamiento que tiene tener a un carca de 70 años, con reuma y artrosis, pululando por empresa llena de hipsters, modernos y mujeres «empoderadas».
La entrada de dicho Becario, que lo interpreta ni más ni menos que Robert DeNiro, supone la llegada de formas de hacer a la vieja usanza: lleva traje, llega pronto, hace horas extras gratis, se implica, demasiado; es un pesado, en fin. A pesar de ser un viejo sus ganas de trabajar son superiores a las de la gran mayoría de gente que está en la start-up. Su jornada de trabajo se centra en esperar un mail de la jefa (Hathaway) que le ordene o le mande hacer algo.
Por otro lado, Hathaway, realiza una soberbia interpretación de sí misma, de una payasa. Sin considerar que tenga una start-up en un barrio completamente gentrificado, donde se ha expulsado a su población. Su personaje es un absoluto cliché de la mujer feminista, liberal y americana. Un personaje que pone de los nervios.
I) Feminismo de pega, posfeminismo o progresismo neoliberal (El personaje de Hathaway)
Una perspectiva fundamental para abordar esta película es la crítica cultural. A nivel argumental la película no es innovadora: repite la manera de funcionamiento clásico de Hollywood a nivel narrativo, véase el cambio de la vida del personaje principal a mejor que empieza a peligrar y parece que no, pero luego sí y te has dejado 9€ en el cine. Y la peli es una mierda.
Las ideas que difunde, normaliza y exalta el filme son el meollo de la cuestión. La estructura narrativa es fundamental para entenderlas. Su expresión ideológica supone la cristalización de un cambio, de un giro estratégico de lo que Gramsci llamaba la clase dominante como poseedora de las fuerzas materiales, pero sobre todo, las fuerzas culturales. Y nos remite a su frase más celebre: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. El Becario es un producto social que cimienta el surgimiento del monstruo que ha nacido fruto de la crisis política, económica y social a raíz del triunfo del neoliberalismo.
Para entender este cambio y crisis recomiendo los últimos párrafos de Roc Solà en este artículo.
En la película, concretamente, en el personaje de Hathaway vemos encarnado el perfil social que quiere fundar el neoliberalismo, tanto a nivel de género como a nivel económico: se trata de una mujer que se emancipa de su condición gracias a la adopción de roles de género propios de hombre, de hombre con éxito económico, emprendedor e independiente, es decir de hombre de negocios. Es una mujer liberada por adoptar comportamientos de hombre, de macho, de Lobo de Wall Street (sin sus vicios asociados).
Desdoblado, encontramos a su marido. Parece un tipo guay, hipster, cuida de su hija, lleva barba y gafas, se viste como un niñato que aún va a la Universidad, se encarga de la casa y se relaciona con las madres del colegio de su hija. A los ojos de los progres sería un gran padre. Visto de manera crítica es un hombre sometido por los roles de género relacionados a las mujeres.
Se entiende, al principio, y se explicita hacia la mitad de la peli, que es una persona estudiada, en su momento tuvo éxito, y que, por tanto, ha debido renunciar a su carrera profesional para que su mujer se realice. Me recordó en su momento al dilema que plantea Chazelle en La La Land. Pero ya resuelto. Resuelto desde el punto de vista liberal. Con esto no estoy diciendo que ontológicamente la posición de la mujer sea inferior, estoy diciendo que analizando el contexto y la división sexual del trabajo dada, aquel que adopte la posición de bread-winner estará mejor visto en un sistema productivo donde se premian más las labores productivas que reproductivas (entendidas como toda labor que sirve para acomodar y procurar una estabilidad material y emocional en el seno de una comunidad).
En este sentido no hay un rechazo de la actividad reproductiva porque esté fundada en una división sexual del trabajo justificada a través de los roles de género; el rechazo viene dado por la imposibilidad de alcanzar puestos de dirección empresariales y por el peso que supone tener que mantener reproductivamente a una familia.
A este propósito haré acopio de una persona de referencia para mi en el movimiento feminista: Nancy Fraser. Además, fruto de la búsqueda realizada, he topado con un tesis doctoral, a mi juicio, brillante, sobre la representación femenina en la cultura pop de Meritxell Esquirol Salom, que también nutrirá este apartado.
Retomando a Gramsci, Fraser dice:
La actual dominación del capital financiero no se logró sólo por la fuerza sino también por lo que Gramsci llamó “consentimiento”. Lo que sostenía [en su artículo previo] es que las fuerzas que favorecen la financiarización, la globalización empresarial y la desindustrialización lograron hacerse con el Partido Demócrata, al presentar unas políticas claramente anti-laborales como progresistas. Los neoliberales ganaron poder al cubrir su proyecto en un nuevo ethos cosmopolita, centrado en la diversidad, el empoderamiento de las mujeres y los derechos LGBTQ. Apoyándose en partidarios de tales ideales, forjaron un nuevo bloque hegemónico, al que llamé neoliberalismo progresista.
El cambio sustancial del movimiento feminista, cuando se da la apropiación interesada por lo que Gramsci llamaba clase dominante, es la sustitución de la crítica de la división sexual del trabajo por lo que se ha llamado «meritocracia«. Este hecho provocó, en términos ideológicos, como dice Fraser, un repliegue hacia dentro de las mujeres emancipadas materialmente gracias a su posición socioeconómica, creando un «nosotras» poderoso y estable gracias a un movimiento no tanto de liberación sino de diferenciación (nosotras las ricas vs. vosotras las que aún no lo sois). El dinero hizo del movimiento algo hipster y trendy, como dice Esquirol en su tesis. Su definición de este fenómeno social es precisa e ilustrativa, cosa que hace de lo hipster algo tan peligroso como ridículo:
Hipster: tribu urbana que busca su distinción social mediante el gusto alternativo en cuanto al consumo cultural, amante de films independientes, de grupos de música indies o alternativos, cuya vestimenta es ecléctica y aparentemente desaliñada, que construyen su estilo de vida alrededor de la idea de generación perdida que debe hacerse a sí misma.
II) Doer-Hacedores, la expresión más cruda del neoliberalismo cultural
La importancia de la figura del emprendedor no se puede entender sin la crisis del Estado del Bienestar en concreto y del Estado en general. El relato de la crisis, conquistado por la derecha neoliberal, significa, ni más ni menos, que las aspiraciones de las clases más empobrecidas y trabajadoras son irreconciliables con la existencia de un Estado grande que pueda desplegarse por encima de la Sociedad para servir como proveedor de existencia material.
Dicho discurso se presenta de la siguiente manera y lo encarna De Niro a la perfección:
- Emancipador: Uno de los axiomas que encontramos en el discurso «emprendedor» es la posibilidad de emancipación de las condiciones materiales. Algo en apariencia marxista pero que dista de ser algo tan sumamente transformador. «Sé tu mismo jefe». Esto nos conduce al segundo punto. Podríamos decir que De Niro abandona su «situación de soledad y vejez» realizándose gracias a un trabajo precario.
- Individualista: La dimensión de esta nueva ideología capitalista reside en su vertiente completamente individualista. Si fracasas es solo tu culpa, si lo logras jamás será gracias a otros. En cierto modo, la afirmación de Thatcher: «no existen clases, solo individuos» está enraizada en esta nuevas ideas en torno al capitalismo.
Esta nueva génesis o mutación de la ideología capitalista es profundamente convincente y logra ser coherente. Existe un sujeto, el individuo. Un porqué, la emancipación. Y un camino, el emprendimiento.
Tanto este feminismo de Hathaway como este emprendimiento de De Niro nos remiten a un debate filosófico muy antiguo. La transformación social entendida desde dos perspectivas en ocasiones antagónicas pero en otras, ciertamente, coincidentes. Se trata de los debates hegelianos en torno al cambio social entre idealismo y materialismo.
El primero entendía que el cambio se daba por una alteración o renovación en el mundo de las ideas. El último libro de Rendueles me parece que casa muy bien con el poso que deja la película. Existe una convergencia entre «gerentes y terapeutas», véase, Josef Ajram. Con la puesta en cuestión del modelo fordista de domesticación de la alteridad al empresario (el obrero), aquellos órganos que producían la inteligencia necesaria para dicho control debían mutar a una forma de control y de orden nuevas.
La forma de mitigar los problemas del trasvase de los riesgos sociales del empresario a los trabajadores es, literalmente, un cambio de mentalidad.
César Rendueles – En Bruto (2017)
El segundo nace como la doctrina que se ocupa de todo aquello que atañe a los cuerpos, al mundo material, el pensamiento filosófico que pone en el centro de la ontología al cuerpo antes que las ideas.
A modo de corolario, concluiré con la siguiente idea:
No podemos imaginarnos el estado de la ideología sin conocer el estado de la producción cultural. Películas como la que hoy analizamos en este post, no son sino puntales que sepultan la sumisión en términos de pensar alternativas desde nuestras trincheras.
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